EL APOGEO DE LA INGLATERRA ANGLOSAJONA. Por James Really.
En el último tercio del siglo IX los ejércitos de los daneses estuvieron a punto de someter por completo lo que terminaría siendo Inglaterra. Los reinos anglosajones parecían incapaces de frenarlos. Sin embargo, los daneses sufrieron en el 878 una importante derrota en Edington a manos de las fuerzas de alguien que habían vencido años antes, Alfredo de Wessex.
Hombre tenaz, Alfredo reorganizó sus fuerzas y se enfrentó con decisión a sus enemigos. Erigió fortalezas desde las que presionarlos. Tomó Londres en el 885 y desde allí tiró una verdadera frontera hasta la también fortificada Chester. No descuidó tampoco el aspecto naval del problema, dada la importante capacidad marinera de los daneses, y promovió una importante flota. La combinación de naves y fortalezas cerró el paso a los daneses en puntos sensibles de la costa de Britania.
Legislador y hombre de letras (que animó la traducción al inglés de Beda, Boecio, Orosio y partes de la Biblia), Alfredo, llamado el Grande, fue sucedido en el 899 por su hijo Eduardo el Viejo, que prosiguió su obra en lucha con los daneses. En el 937 su sucesor Etelstan derrotó en Brunanburh a una coalición de vikingos de Dublín, escoceses y galeses. Tal éxito favoreció su proyección diplomática en los reinos francos. Además creó una verdadera cancillería.
El apogeo anglosajón se alcanzó bajo el gobierno de Edgar (959-975), que se hizo coronar rey de toda Inglaterra en el 973 en Canterbury por San Dunstan, pues el mismo monarca era afín a los planteamientos de reforma eclesiástica que llegaban desde Cluny.
En el curso del siglo X la sociedad anglosajona jerarquizada en señores o thane, guerreros de condición libre o ceorls y siervos o esclavos fue cambiando. Para repeler a los daneses se hizo necesaria una combinación de autoridad central y local, no siempre fácil de ajustar. El ejército del reino se reforzó con el establecimiento de las centenas, pero para frenar un ataque enemigo local no resultaba operativo convocarlo al pleno y se crearon los shires o condados alrededor de una fortaleza, que se confiaron a earls con atribuciones militares. Para rebajar sus humos se destinaron sheriffs.
El sistema no terminó funcionando según los designios de la autoridad central y bajo el rey Etelred (978-1016) se notaron sus perjuicios. Para colmo este monarca optó por pagar a los daneses tributos, el danegeld, para lo que impuso contribución general a sus súbditos. El descontento estaba servido.
Quien se aprovechó del mismo fue el danés Knut, que en el 101 fue elegido rey de Inglaterra y tomó por esposa a Emma, la viuda del desdichado Etelred. Se convirtió al cristianismo, supo recompensar a sus hombres sin lesionar en exceso a los anglosajones y creó un imperio en el mar del Norte que puso punto final a aquella primera Inglaterra surgida bajo Alfredo el Grande.