EL ALBA DEL IMPERIO NEOBABILÓNICO. Por Remedios Sala Galcerán.

27.10.2015 10:07

                En el año 627 antes de Jesucristo murió el gobernador asirio de Babilonia, que careció de continuador. Mientras el imperio de los asirios declinaba, grupos de caldeos y arameos del Sur de Mesopotamia cada vez más vinculados al culto babilónico de Marduk ganaban protagonismo.

                Uno de sus dirigentes fue Nabopolasar, gobernante del País del Mar. Aunque al comienzo reconoció la suprema autoridad asiria, rompió más tarde con ella. Los asirios destacaron fuerzas, que intentaron tomar posiciones más seguras en Babilonia, pero sus gentes los rechazaron y ofrecieron el poder a Nabopolasar.

                

                Hacia el 616 antes de nuestra Era los babilonios fueron capaces de emprender fuertes ofensivas contra los asirios en el curso alto del Eufrates, lo que comenzó a inquietar a los egipcios. Coincidiendo con la ofensiva de los medos contra Asiria, que arrasó la capital Asur, los babilonios afirmaron sus posiciones en la región. Ambos suscribieron una alianza y se abalanzaron contra los vestigios del imperio asirio. La metropolitana Nínive cayó bajo su poder en agosto del 612, mientras los restos de las fuerzas asirias se acogieron a Kharran.

                Entre el 610 y el 609 antes de Jesucristo se aniquiló su resistencia, alentada por Egipto, que se encontró frente a Babilonia por el dominio de las tierras al Oeste del Eufrates, Siria. Desde el 607 un envejecido Nabopolasar asoció al trono a su hijo Nabucodonosor, que en el 605 comandó el ejército que abatió el enclave militar egipcio de Karkemish, atacada por sorpresa.

                La muerte de su padre obligó a Nabucodonosor a Babilonia. Sus dominios se encontraban en orden y reemprendió sus campañas sirio-palestinas. En el 604 saqueó Ascalón y en el 601 se dirigió contra Egipto, pero las fuerzas del faraón Nekao lo frenaron. Necesitó dos años para reconstituir sus fuerzas de caballería y unidades de carros.

        

                Sus tropas montadas hostigaron a las tribus nómadas partidarias de los egipcios en la región y el 16 de marzo del 597 cayó Jerusalén en sus manos. Se deportó a unos tres mil judíos a Babilonia y se entregó el trono de Judá a Sedecías.

                La amenaza elamita en el Tigris y la insurrección de ciertos comandantes en el seno del imperio desviaron temporalmente la atención de Nabucodonosor de este frente, aunque pronto volvió a la carga ante los avances egipcios. Tomó nuevamente Jerusalén, de la que deportó a más miles de judíos. Asedió durante trece años la fenicia Tiro. En el 568 antes de Jesucristo atacó el delta del Nilo aprovechando los desórdenes internos egipcios.

                Nabucodonosor, el soberano que ordenó construir calzadas y embellecer ciudades como Babilonia, murió en el 562 antes de nuestra Era. Quizá los problemas interiores turbaran los últimos años de su reinado, el de la plena consolidación de un imperio iniciado por su enérgico padre.