EL ADMIRADO SAN ROQUE EN EL MUNDO DE LA PESTE.
En este estival 16 de agosto se celebra la festividad de San Roque, uno de los santos protectores contra las temibles epidemias de peste que asolaban la Europa de los siglos XIV al XVII.
Acerca de su vida se han escrito distintas hagiografías. La primera de la que se tiene constancia es la del veneciano Francesco Diedo (1479), en la que se sostiene que nació en Montpellier a fines del siglo XIII y más tarde pasó a Italia a cuidar de los enfermos de peste. Otras obras, como Acta Breviora de 1483, sitúan su nacimiento casi medio siglo más tarde, aunque también en Montpellier, lo que ha llevado a relacionar su culto con el papa Urbano V (1362-70), que estudió Derecho en aquella ciudad.
Se ha visto en San Roque, a diferencia de San Sebastián (el otro gran protector contra la peste), un reflejo diáfano de la persona que atiende a los demás, de forma muy humanizada, cuando la peste ocasionaba terrores incontrolables en muchos, hasta el punto de abandonar sus deberes y a los suyos a la enfermedad. Su culto se extendió por la urbanizada Italia bajomedieval y en 1485 se le consagró una célebre iglesia en Vicenza. En Venecia se celebró un festival musical en su honor.
Desde Italia pasó su devoción a los Países Bajos y a la península Ibérica. En la ciudad de Valencia se fundó la cofradía de Nuestra Señora del Carmen, San Sebastián y San Roque en 1490 por los carmelitas calzados, según lo dispuesto en París. En 1584 se le canonizó, en pleno movimiento de la Contrarreforma.
La ciudad de Alicante ya tenía desde 1559 una ermita consagrada a San Roque. El señor de la valenciana Burjasot Bernat Simó ordenó alzar una ermita al santo junto a los silos iniciados en 1574. Barcelona lo proclamó patrón en 1587, atendiendo su templo los agustinos de la Ribera. Los franciscanos descalzos fundaron en 1591 en Gandía un convento dedicado al mismo. En 1593, Requena no pudo celebrar su festividad al encontrarse aquejada por las obligaciones de provisión militar.
Su popularidad, pues, se extendió más allá de los círculos locales y en 1600 las Cortes de Castilla solicitaron su canonización por su protección durante los recientes brotes pestíferos. Durante la gran epidemia de 1647 a 1651, la popularidad del culto a San Roque se acrecentó. Fue festejado por representaciones de gigantes y cabezudos y por funciones taurinas, que en parte corrieron en la Requena coetánea a cargo de sus caballeros de la nómina, que no dejaron de quejarse. Las vaquillas de Calatayud en su honor han alcanzado notoriedad. Durante aquella jornada también se echaban comedias, a veces a cargo de los jóvenes con no poco sacrificio.
San Roque es indisociable de su famoso perro, que según la tradición lo alimentó cuando él mismo se puso enfermo. En Barcelona se decía que el venerable can hacía huir a los perros rabiosos y preservaba de su furia a sus devotos. En este popular día de San Can, los perros podían entrar a los templos, otro detalle que nos habla de la humanidad de la figura de San Roque.
Fuentes y bibliografía.
ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. Patronato Real, legajo 85, documento 495.
Amades, J., Costumari català. Agost, XII, Barcelona, 2005.
Galán, V. M., Requena bajo los Austrias, Requena, 2017.
Víctor Manuel Galán Tendero.