EGIPCIOS E ISRAELITAS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La formación de los pueblos de la Antigüedad es una cuestión más compleja de lo que parece. Sus relatos pueden atribuirles orígenes simples, pero en verdad no lo son. El caso de los israelitas es paradigmático. Si nos guiamos por lo consignado en Éxodo (1-4), se trata de un pueblo que permaneció oprimido en Egipto hasta su liberación por obra de Yahvé. Era, en suma, el pueblo escogido por Dios.
Su salida de Egipto y su entrada en Canaán se han situado en el siglo XIII antes de Jesucristo. Moisés sería un coetáneo del no menos grande Ramsés II, uno de los grandes faraones del Imperio Nuevo. Sin embargo, distintos expertos han fechado la composición del Éxodo mucho tiempo después, en el siglo –VI, coincidiendo con los tiempos de la cautividad babilonia. En los casi setecientos años de diferencia, el Próximo Oriente y los mismos israelitas habían cambiado considerablemente.
Convenía entonces a las gentes de Judá e Israel, los hebreos, consolidar un relato de afirmación sobre sus orígenes, que alentara el sueño de la liberación. La personalidad colectiva de los israelitas queda bien establecida en Éxodo. Su entrada en Egipto es el fruto de la peripecia de José, al que al final acompañarían otros cabezas de familia descendientes de Jacob. Su vigor demográfico y la posibilidad de aliarse con enemigos de Egipto atemorizaron al faraón. En relación a las egipcias, las israelitas se mostraban más bravas en el momento del parto, sin requerir el servicio de las matronas.
¿Israelitas y egipcios eran en aquel entonces tan distintos? Si seguimos el mismo relato de Éxodo, vemos que no. Las autoridades faraónicas sólo ordenan la muerte de los varones recién nacidos, como si pretendieran valerse de la fecundidad de las mujeres israelitas. ¿Hubo matrimonios mixtos? El propio Moisés es adoptado por la hija del faraón. Los israelitas no sólo trabajarían en las obras públicas, sino también en los campos, en unas condiciones que no se detallan y que no nos permiten conocer sus diferencias con los campesinos egipcios. Incluso los mismos israelitas han olvidado en Egipto al dios de Abraham, a Yahvé, antes de su contundente demostración de poder. ¿Qué religión profesarían habitualmente?
El miedo a que los israelitas sojuzgaran Egipto, al modo de los hicsos u otros conquistadores, impulsaría la política de opresión, de los trabajos forzados cada vez más duros. Sintomáticamente, la muerte de un egipcio a manos de Moisés marca el inicio de la gesta. Tal acción impele a Moisés, como si de un bandolero se tratara, a buscar refugio entre los nómadas, donde reencuentra sus orígenes religiosos y de identidad cultural. Toda una lección para los que piensan que tales identidades son casi inmutables a lo largo del tiempo.