DRAGUT DESAFÍA AL IMPERIO DE CARLOS V. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Entre los dirigentes de la Monarquía hispana, el nombre de Dragut se hizo terriblemente familiar, el del corsario otomano que fue rescatado a los cristianos por el no menos temible Barbarroja en 1544. Su liberación fue tan lucrativa a los otomanos como perjudicial para los intereses de Carlos V, entonces atribulado por la hostilidad combinada de luteranos y franceses.
Al finalizar el otoño de 1545, el embajador español en Génova, Gómez Suárez de Figueroa, dio la voz de alerta desde su atalaya, que le permitía además seguir los movimientos de enemigos y aliados en tierras italianas y alemanas. El arráez Dragut había aparecido en Córcega, entonces en la férula genovesa, con una armada de doce fustas y galeotas, además de un bergantín. En las cercanías de La Bastida, desembarcó una fuerza de combate de 400 turcos de guerra, aunque al final tuvo que partir con algún daño ante la resistencia opuesta.
No se arredró Dragut, y pronto volvió a la carga con fuerzas muy similares a las empleadas. En el verano de 1546 llegó a depredar la ribera genovesa de poniente, atacando a un aliado de gran valor de Carlos V y poniendo en riesgo sus comunicaciones en el Mediterráneo occidental.
Ante semejante peligro, maduró la idea de emprender una gran acción contra Dragut. El golpe se dirigiría hacia sus bases norteafricanas. Los compromisos imperiales de Carlos V eran notables, pero el embajador en Génova volvió a insistir en febrero de 1549 que de no emprenderse tal campaña los reinos de Sicilia y de Cerdeña terminarían destruidos, con un daño enorme para toda la Cristiandad.
Postuló el mismo Gómez Suárez de Figueroa como se tendría que iniciar la empresa a acometer, muy en contacto con los no menos preocupados genoveses. Deberían de quemarse los navíos de Dragut en Los Gelves, antes que se hicieran a la mar, pues la fuerza de las galeras de Carlos V todavía no se encontraba operativa plenamente. La actitud pasaría por ser tan ofensiva como resuelta: las galeras de Sicilia, Nápoles y Génova deberían de ir a darle caza o al menos crearle las mayores complicaciones. Al no dejarlo moverse a su aire, disminuiría el acoso de sus naves contra las costas y la navegación cristianas.
En la primavera de aquel año de 1549, no obstante, Dragut pudo hostigar la navegación del litoral del reino de Nápoles. Decididas a frenarlo, las galeras del genovés príncipe Doria se lanzaron contra él, mientras los movimientos de los franceses inquietaban a los españoles.
Lo cierto es que los navegantes franceses llegaron a atacar en 1550 naves turcas en la costa italiana, por ser perjudiciales para sus tratos. En la isla de Elba, el mismo Dragut no había hecho un buen papel, y parecía posible la empresa de África, cuando el pensamiento del Renacimiento ensalzaba el saber de los clásicos greco-romanos.
Sin embargo, aquel año no contempló el abatimiento del poder de Dragut, que conquistó la tunecina Mahdia y saqueó ferozmente Cullera, en la costa valenciana. En 1552, se temían vivamente sus nuevos ataques. No sería la última vez que Dragut inquietara e hiriera a sus adversarios.
Fuentes.
ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.
Estado, legajo 1377 (29), 1378 (90), 1380 (78 y 83) y 1381 (34).