DONATIVOS Y AUTORITARISMO REAL. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

21.09.2024 11:51

               

                La política mediterránea de la Corona de Aragón distó de ser barata, y cada una de sus campañas ocasionó importantes gastos. La sumisión de Cerdeña y la completa subordinación de Sicilia pusieron en aprietos financieros a Pedro IV, que no tuvo más remedio que recurrir a la liberalidad de sus súbditos, como los de las ciudades catalanas.

                En junio de 1378 pensaba emprender viaje a Sicilia, y les requirió un donativo. Tras no escasa porfía, se decidió que Tarragona pagara siete mil quinientos florines, correspondiendo a la ciudad unos tres mil y el resto a su Campo. El pago de la ciudad se haría según lo acordado con el rey, y las localidades del Campo no podían excusarse.

A 26 de agosto quedó claro en Barcelona que el donativo también era para la expedición a Cerdeña, no exigiéndose más dinero. Sin embargo, pagar lo acordado dependía de varias circunstancias.

                A finales de febrero de 1379 el rey pidió que se le entregaran 1.500 florines en la taula de los cambistas de Barcelona Pere Dezcaus y Andreu d´Olivella. Tarragona insistió por medio de sus enviados en que primero debía embarcarse el monarca para Cerdeña y Sicilia, pues se temía que el dinero se empleara finalmente para otras cuestiones. Para fortalecer su posición, las autoridades tarraconenses la comunicaron a las de Lleida, Vilafranca y Montblanc.

                La situación se enconó a 6 de abril, cuando se encarceló por orden real al enviado tarraconense a Barcelona, Joan de Torres. Al mismo tiempo, Pedro IV mandó a Tarragona a uno de sus agentes a exigir el dinero.

                Los cónsules tarraconenses no se amilanaron, y escribieron en busca de apoyo a Lleida, Tortosa, Montblanc, Cervera y Tàrrega. El frente de las ciudades no se mantuvo firme, cuando más de una se mostró dispuesta a pagar a 20 de abril.

                Pedro IV había deshecho tal coalición, pero los tarraconenses no hicieron efectivo el pago. A 31 de marzo de 1383 se requirió a su consejo a actuar contra el sardo juez de Arborea. Para entablar negociaciones y pleitos, los tarraconenses diputaron a Joan Abrí y a Nicolau Albanell, expertos en leyes, sin poderes de donación.

                En los dos meses siguientes la situación no se alteró, y el tesorero real Pere Desvall exigió el pago. A 3 de junio se ordenó comparecer a algunos responsables ante el tesorero y el duque de Girona don Juan, el heredero al trono, para aclarar las cuentas de Tarragona. Tal mandato se consideró una represalia, y los cónsules no quisieron presentarse ante el duque.

                A 12 de agosto, con todo, no tuvieron más remedio que dar su brazo a torcer. Ante tal tesitura, los tarraconenses nombraron a Pere de la Porta y a Bernat Joya como comisionados para contraer deuda en censales. Cargada la deuda, la ciudad recuperó sus cuentas a inicios de 1384.

                En lo sucesivo, no sólo se exigió orden en las cuentas, sino también cambios en el gobierno de la ciudad. A 7 de abril, el enviado del duque, Bernat de Fortià (hermano de la reina Sibila) pretendió introducir la figura del abogado en el organigrama municipal tarraconense. Los cónsules se mostraron disconformes, pues ya escogerían su representación legal según las circunstancias para mantener y razonar el derecho de la ciudad.

                Después de todo, Pedro IV no se embarcó hacia Sicilia o Cerdeña, pero sus proyectos de expedición habían servido a afirmar su autoridad en Cataluña.

                Fuentes.

                Actes municipals, 1378-79 – 1383-84, Tarragona, 1985.