DOCUMENTO HISTÓRICO. Obstáculos para la prosperidad de la antigua Asia.
“Aquí surge una cuestión importante, a saber: si no sería preferible, no sólo para los súbditos, sino para el Estado y el mismo soberano, que éste, como ocurre en Europa, no poseyese todas las tierras. Para mí, después de comparar el estado de las naciones europeas donde hay propiedad particular, con el de aquellas donde ésta no existe, es indiscutible que resulta mucho mejor, incluso para el mismo rey, que la propiedad exista. En los países donde ocurre de otro modo, desaparecen el oro y la plata de la manera que acabo de exponer. No hay nadie que esté libre de violencias de los recaudadores, gobernadores y hacendados del Mogol. Los reyes, por buena voluntad que tuviesen, no podrían casi nunca, como acabamos de ver, hacer por que imperase la justicia, impidiendo la tiranía, sobre todo en las provincias lejanas. Ese debe ser, y es, sin duda, uno de los principales deberes de los monarcas. Y en el Mogol llega la tiranía a extremos inconcebibles, privándose al labriego y al artesano de lo preciso para la vida. Los hombres sucumben de hambre, de miseria, no procrean hijos, y si los tienen, éstos mueren a poco de nacer, por falta de nutrición o por enfermedades heredadas de sus progenitores.
“Hay muchos que abandonan el campo y entran al servicio de los señores, o emigran a otros países. En fin, las tierras apenas si se cultivan, y si se hace, es muy mal. Son muchos los labriegos que se arruinan, y no hay personas que puedan o quieran hacer los gastos necesarios para conservar las obras de riego, ni para hacer la menor cosa sobre esto.
“Del mismo modo, apenas hay personas que se preocupen de construir casas ni de hacer las obras necesarias en las que se hallan en ruinas.
(…)
“A causa de ello vemos esos pueblos asiáticos que se van arruinando sensiblemente. No hallamos en ellos más que viviendas de tierra, de barro, pueblos y villas en ruinas, desiertos. A esto se debe que veamos (para ofrecer un ejemplo de lo que está más cerca de nosotros) esas regiones de Mesopotamia, Anatolia y Palestina, las maravillosas llanuras de Antioquía y tantas otras comarcas en otro tiempo tan bien cultivadas, florecientes y pobladas, y ahora casi solitarias, incultas, desoladas o convertidas en marismas pestilentes e inhabitables. Débese a eso mismo que en las tierras incomparables de Egipto se haya podido observar que, en menos de ochenta años, se ha perdido más de una décima parte, por no haber habido personas que hayan querido hacer los gastos precisos para conservar todos los canales y contener las aguas del Nilo, evitando que se desborde con furia, que anegue las tierras bajas o las cubra de arena, que no se puede retirar luego de los terrenos sino con mucha dificultad y con grandes gastos.
“Por los mismos motivos languidecen las Artes en estos países, o, por lo menos, no florecen cual debieran, como en Europa. Nadie puede aplicarse al trabajo con entusiasmo, pues entre el pueblo, que es pobre, o quiere parecerlo, no hay nadie que estime la belleza y la delicadeza del trabajo. Nadie busca más que las cosas baratas, sin mérito artístico.”
FRANÇOIS BERNIER, Viaje al Gran Mogol, Indostán y Cachemira (impresa por vez primera en 1670-71). Traducción de Justo Fornovi reeditada por Espasa Calpe en 1999, pp. 168-169.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.