25.10.2015 12:00
“Y su hijo Zolta le sucedió, pareciéndose a su padre de carácter, pero no de apariencia. En efecto el duque Zolta ceceaba un poco, era de tez blanca, de bellos cabellos rubios, de mediana estatura; era un duque belicoso, de corazón fuerte, pero clemente con sus súbditos; de voz dulce, pero cargada de autoridad; particularmente amado por todos los magnates y soldados de Hungría. Tiempo después, cuando tenía trece años, todos los magnates del reino, de común acuerdo y con idéntica voluntad, nombraron bajo su autoridad algunos jueces del reino con la intención, dirigida por la ley y los usos, de contemporizar en las querellas que provocaban desacuerdo. Otros fueron nombrados comandantes del ejército para devastar distintos reinos (…).
“Eran varones belicosos y fuertes sin otra preocupación que someter pueblos para dominarlos y devastar los reinos de otros. Con el permiso del duque Zolta, combatieron contra el ejército carintio y llegaron a Cividale, en la marca de Lombardía, donde saquearon cruelmente Padua, masacrando, incendiando, asesinando y robando. De repente, irrumpieron en toda Lombardía y sembraron la maldad. Los habitantes de aquella tierra se congregaron en una tropa e intentaron resistirse a su violencia y furor; lo que provocó que una multitud innombrable de lombardos pereciera bajo las flechas de los húngaros y muchos obispos y condes fueran aniquilados. Entonces Luitardo, obispo de Vercelli, renombrada personalidad, muy amigo y fiel consejero de Carlos el Menor, el precedente emperador, tras deliberar, reunió sus riquezas y sus incomparables tesoros que no podían ser ponderados y se aventuró a aplacar con éstos la sangrienta ferocidad de los húngaros, acercándose a ellos. Con rapidez lo apresaron y ejecutaron, quedándose con su tesoro que sobrepasaba toda imaginación humana.”
Gesta Hungarorum. Edición en latín y francés de Philippe Remacle.
Selección y adaptación de Víctor Manuel Galán Tendero.
