DOCUMENTO HISTÓRICO. La creación de la tierra y de la humanidad según los amerindios de Nueva Francia.
“Todos los pueblos que habitan la América septentrional sólo conocen de la creación del mundo lo que han aprendido de los europeos que los han descubierto, y que conversan a diario con ellos. Se aplican muy poco a tal conocimiento. La escritura apenas se emplea entre ellos, y toda su historia antigua se reduce a ideas confusas y fabulosas muy elementales, en sí ridículas, que alumbraron para mostrar su ignorancia.
“Consideran que todo era agua antes que la tierra fuera creada; que sobre esta vasta extensión flotaba un gran tronco, tripulado por todos los animales de distinta especie, en el que la liebre, según dicen, ostentaría la jefatura. Buscaron un lugar seguro y seco donde desembarcar; pero sólo otearon cisnes y aves acuáticas, comenzando a perder la esperanza, y enviaron al castor para que trajera un poco de tierra del fondo del agua, un granito que engendrara una tierra muy espaciosa capaz de alimentar a todos los animales. El castor se afanó en tan alta empresa. Su tardanza hizo pensar en lo peor y apareció finalmente muerto y sin movimiento. Los animales no encontraron entre sus patas resto de tierra.
“La escasa esperanza que les quedaba les llevó a confiar en la nutria. Su esfuerzo acabó como el del castor.
“La imposibilidad de encontrar una brizna de tierra condenó toda espera como vana y el murciélago pensó triunfar donde el castor y la nutria habían fracasado, esperando erigirse en señor de toda la tierra. A las veinticuatro horas cayó rígido y abatido ante el gran tronco. Tras abrirle sus patas, encontraron entre las garras de su cuarta un granito de arena.
“La liebre lo tomó y lo extendió sobre el tronco. Se hizo grande como una montaña. Ordenó la liebre que la reconociera el reno, que la consideró capaz de alimentar a todos los animales. Sin embargo, la liebre la consideró insuficiente y la engrandeció excavando las cavidades y cuevas de las montañas. Por ello es honrada como el dios creador. El mar y el firmamento los consideran eternos.
“Tras la creación de la tierra todos los animales se retiraron a los lugares más apropiados para su sustento. De los cuerpos del castor, la nutria, el murciélago y de los peces ribereños hizo nacer la liebre a los hombres.”
Nicolás PERROT, Mémoire sur les moeurs, coustumes et relligion des sauvages de l´Amérique septentrionale, Montreal, 1999, pp. 9-13.
Perrot fue un inquieto jesuita nacido en Francia en 1644 y que llegó a la Nueva Francia, el actual Quebec, hacia el 1660. Intérprete y comerciante de pieles, exploró a partir de 1671 el Oeste de los lagos Hurón y Superior con la intención de descubrir el paso entre la mar del Norte y la del Sur con la vista puesta en la promoción del comercio de los franceses fuera de Europa.
Las autoridades de la Nueva Francia le confiaron importantes misiones diplomáticas ante los pueblos amerindios como los ottawas, fruto de las cuales fueron sus Memorias… Murió en 1717 este inquieto jesuita que nos transmitió un vívido cuadro de los amerindios del Este canadiense.
Selección y adaptación de Víctor Manuel Galán Tendero.