DOCUMENTO HISTÓRICO. "Hannibal y los olcades". Aportado por Javier Jordá Sánchez.
Del libro XXI de Tito Livio
“Hannibal heredó el cargo de general del ejército cartaginés de su cuñado Asdrúbal, quien lo había heredado de su suegro Amílcar Barca, padre de Hannibal Barca. Lo primero que hizo como tal mandatario fue atacar a los Olcades, un “Estado ibérico” hermano tanto de otros “estados” celtíberos, como de carpetanos. Estos olcades se situaban al sur de lo que luego fue Celtiberia en época ibero-romana, y en el entorno del Júcar, en la actual provincia de Albacete, quizás en una zona no muy lejana a Villarrobledo. Me permito el lujo de intentar identificarla con la ceca de Orces-gen (de Olces y gen, genitivo), que luego daría lugar a la ciudad de Celtiberia más al sur, junto al Júcar, Urcesa (según Ptolmeo, S II d.C.).
[21.5] Desde el día en que fue proclamado jefe supremo (Hannibal), pareció considerar Italia la provincia que se le había asignado y a la guerra con Roma como su obligación. Sintiendo que no debía retrasar las operaciones, no fuera que algún accidente le sorprendiera como pasó a su padre y después a Asdrúbal, decidió atacar a los saguntinos. Como un ataque contra ellos pondría en marcha inevitable las armas romanas, empezó por invadir a los OLCADES, una tribu que estaba dentro de las fronteras, pero no bajo el dominio, de Cartago. Quiso hacer creer que Sagunto no era su objetivo inmediato, sino que se vio obligado a una guerra con ella por la fuerza de las circunstancias: es decir, por la conquista de todos sus vecinos y la anexión de sus territorios. Cartala, una ciudad rica y capital de la tribu, fue tomada por asalto y saqueada-221 a.C.-; las ciudades más pequeñas, temiendo una suerte similar, capitularon y aceptaron pagar un tributo. Su victorioso ejército, enriquecido por el saqueo, marchó a sus cuarteles de invierno en Cartagena [Qart Hadasht]. Aquí, mediante una pródiga distribución de los despojos y la paga puntual de sus salarios atrasados, se aseguró la lealtad de su propio pueblo y la de las fuerzas aliadas.
Al comienzo de la primavera, extendió sus operaciones a los vacceos, y dos de sus ciudades, Arbocala y Helmántica [¿Toro? y Salamanca], fueron tomadas al asalto -¿220 a.C.?-. Arbocala resistió bastante tempo, debido al valor y cantidad de sus defensores; los fugitivos de Helmántica unieron sus fuerzas con aquellos de los olcades que habían abandonado su país (su tribu había sido subyugada el año anterior) y juntos levantaron en armas a los carpetanos. No muy lejos del Tagus (Tajo), atacaron a Aníbal cuando regresaba de su expedición contra los vacceos, y su ejército, cargado como iba con el botín, fue puesto en cierta confusión. Hanníbal declinó dar batalla y fijó su campamento a la orilla del río; tan pronto se hizo la quietud y el silencio entre el enemigo, vadeó la corriente. Sus trincheras habían dejado espacio suficiente para que el enemigo las cruzase, y decidió atacarle cuando cruzasen el río. Dio órdenes a su caballería para que esperase hasta que estuviesen todos en el agua y atacarles entonces; dispuso sus cuarenta elefantes en la orilla. Los carpetanos, junto con los contingentes de los olcades y vacceos sumaban cien mil hombres, una fuerza irresistible si hubiesen combatido en terreno llano. Su innata valentía, la confianza que les inspiraba su número, su creencia de que la retirada enemiga se debía al miedo, todo les hacía creer segura la victoria y al río como el único obstáculo a salvar. Sin que se diera voz alguna de mando, lanzaron un grito general y se introdujeron, cada hombre avanzando, en el río. Una gran fuerza de caballería descendió de la orilla opuesta y ambas fuerzas se encontraron en medio de la corriente. La lucha era cualquier cosa menos igualada. La infantería, sintiendo inseguros sus pies, aun cuando el río era vadeable, podría haber sido atropellada incluso por jinetes desarmados; mientras, la caballería, con sus cuerpos y armas libres y sus caballos estables incluso en medio de la corriente, podían combatir cuerpo a cuerpo o no, a su discreción. Gran parte fue arrastrada río abajo, algunos fueron llevados por las corrientes hasta el otro lado donde estaba el enemigo, y allí fueron pisoteados, hasta morir, por los elefantes. Los que estaban a retaguardia consideraron más seguro regresar a su propia orilla y empezaron a juntarse conforme sus miedos se lo permitan; pero antes de que tuviesen tempo para recuperarse, Hanníbal entró en el río con su infantería en orden de combate y los expulsó de la orilla. Dio continuación a su victoria asolando sus campos, y a los pocos días estuvo en condiciones de recibir la sumisión de los carpetanos. No quedó parte del país más allá del Ebro (contando desde Roma hacia el sur de Hispania) que no perteneciera a los cartagineses, con excepción de Sagunto.”
Traducción de Antonio Diego Duarte Sánchez.