DOCUMENTO HISTÓRICO. El final de Espartaco.

26.08.2016 13:15

 

                “Mientras Espartaco se esforzaba antes del alba para alcanzar el país de los samnitas, Craso le aniquiló seis mil hombres durante la madrugada y otros tantos por la mañana, sin deplorar los romanos más de tres muertos y siete heridos, un ejemplo que enfureció más al vencedor. Mientras tanto Espartaco, atento a la aparición de la caballería por cualquier parte, se abstuvo de emprender una batalla mayor. Pero receló, por varios ataques, del ejército que lo rodeaba. Se arrojó hacia lo imprevisto, dejando en los fosos antorchas que incendiaron las empalizadas, lo que causó un gran embarazo a los romanos. Tomaron prisionero a un romano en el terreno que los separaba de las tropas de Craso para mostrar a los suyos qué tipo de represalias podían esperar si se dejaban vencer. En estos momentos se supo en Roma que Espartaco se dirigía hacia allí. Pero como resultó indignante la prolongación de esta guerra de gladiadores, se destinó a esta campaña a Pompeyo, recién llegado de Iberia, persuadido que Espartaco no sería fácil de reducir.

                “Antes que Pompeyo se incorporara a su alto mando, Craso, que no deseaba dejarlo recoger esa palma, fue tras Espartaco rápidamente, y se dispuso a atacarlo. Pero Espartaco, pensando que él ganaría en velocidad a Pompeyo, propuso a Craso negociar. Al rechazar su proposición, Espartaco optó por afrontar su suerte y, con la ayuda de toda su caballería, forzó las trincheras de Craso y se salvó del lado de Bríndisi (Brundisio), donde Craso lo persiguió. Supo entonces Espartaco que Lúculo, retornado de la guerra contra Mitrídates, que había vencido, se encontraba en Bríndisi. Desprovisto de toda esperanza, se enfrentó con Craso, fortalecido con el numeroso ejército que todavía conservaba. La lucha fue larga y encarnizada, pues participaron miles de hombres desesperados. Espartaco fue herido de un flechazo en la pierna. Se arrodilló y se protegió con su escudo luchando contra los que le rodeaban hasta que él y un buen número de hombres a su alrededor sucumbieron rodeados. El resto de los suyos fueron en desorden diezmados en masa. La cifra de muertos en el bando de los gladiadores fue incalculable. Solo perecieron mil romanos. Resultó imposible hallar el cuerpo de Espartaco. Los numerosos huidos que se salvaron de la batalla se acogieron a las montañas: Craso los persiguió. Se organizaron en cuatro bandas que lucharon hasta ser completamente exterminados; con la excepción de seis mil que, hechos prisioneros, fueron crucificados en la vía de Capua a Roma.”

                APIANO DE ALEJANDRÍA, Historia de las guerras civiles de la República Romana, Libro I, Capítulo XIV, 119-120, París, Imprenta de los hermanos Mame, 1809.

                Selección, traducción y versión de José Hernández Zúñiga.