DOCUMENTO HISTÓRICO. El escorpión, máquina de guerra romana.
“En cuanto al escorpión, al que ahora llaman onagro, tiene esta forma: se labran dos palos de madera de encina o de acebo, se curvan ligeramente hasta que parezca que forman jorobas y se les une como si formaran una sierra, perforándolos abiertamente en ambos lados. Luego, a través de los agujeros, se pasan unas cuerdas fuertes que mantengan la máquina sujeta e impidan que se desmonte.
“Desde la mitad de este artefacto, se levanta oblicuamente un palo de madera, que se eleva como el timón de una carroza y se ata con gran fuerza con las cuerdas, de manera que pueda subirse y bajarse. En su parte más elevada se unen dos ganchos de hierro de los que cuelga una honda de estopa o también de hierro.
“Delante de esta madera se extiende un banco enorme, con tela, relleno de pajas pequeñas, que se anuda con fuertes ataduras, y está colocado sobre montones de hierba o de ladrillos, y así, cuando una máquina enorme de este tipo golpea un muro de piedra, lo destroza debido a la violencia del choque y no tanto por el peso.
“Así pues, cuando estalla el combate, se coloca una piedra redonda sobre la honda, cuatro jóvenes a cada lado de la máquina tienden hacia atrás la barra a la que se le han atado las cuerdas y la extienden tanto hacia atrás que casi llega a tocar el suelo. Entonces, un encargado que permanece subido encima, de un fuerte golpe, abre violentamente el cerrojo que mantenía tensas las cuerdas de la máquina, de manera que la barra queda libre por esta violenta sacudida, golpea sobre la superficie mullida de la tela y lanza la piedra, que abatirá todo lo que se encuentre a su paso.
“Esta máquina se llama tormentum, porque su mecanismo se desencadena a partir de la tensión, y escorpión porque tiene una especie de aguijón levantado e incluso actualmente se la denomina también onagro, porque cuando estos animales salvajes son perseguidos por los cazadores, dan coces y lanzan tan lejos hacia atrás las piedras, que llegan a atravesar el pecho de los que les siguen, o bien les rompen los huesos y les hacen reventar la cabeza.”
AMIANO MARCELINO, Historia. Edición de Mª. Luisa Harto Trujillo, Akal, Madrid, 2002, pp. 517-518.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.