DOCUMENTO HISTÓRICO. El desconcierto de los amerindios del México barroco.
“Que no debía ser verdad lo que les habían predicado desde que se ganó esta tierra, pues con tanto oprobio trataban a los sacerdotes que representaban a Dios, y como perro habían echado al arzobispo de la ciudad. El cual testigo los llamó y les dijo: que no dudasen de la fe, pues les habían predicado que crucificaron a Nuestro Señor Jesucristo y otros muchos santos habían padecido destierros y tormentos por la fe de Cristo.
“Afligidos los indios preguntaron si era cierto el haberse acabado ya las misas, y que qué habían de adorar faltando el Santo Sacrificio en ellas, y desterrados los sacerdotes y a su Cristo… Vio (el testigo) que los indios lloraban, porque el escándalo de destierro fue mayor entre los indios como menos capaces de razón que los españoles…
“Viniendo de Teotihuacán (un clérigo) vio a unos indios dando voces y haciendo pedazos sus crucifijos, movidos del escándalo que les habían causado y decían: que pues habían desterrado a su Cristo, ya no tenían Dios pues con los clamores de las campanas Dios se aplacaba, que cómo no se aplacaban los judíos que causaban tanto escándalos, y que pues les habían enseñado había Sacramento y Bula, que como se lo habían quitado ya no había Dios, que ellos querían guardar la ley de sus antepasados pues era fija…”
En 1624 el virrey de Nueva España se enfrentó acremente con el arzobispo de México, en medio de un clima de injusticia social e irregularidades administrativas, lo que originó un importante tumulto en la capital del virreinato.
Texto citado por Rosa Feijoo en “El tumulto de 1624”, en Historia mexicana, nº. 35, volumen XIV, julio-septiembre de 1964, México, p. 58.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.