DOCUMENTO HISTÓRICO. El castigo del duque Leopoldo de Austria, captor de Corazón de León.
“El día de San Esteban, la víspera del nacimiento del Señor, el corazón del duque de Austria seguía tan encallecido, y tan poco había acusado los azotes que el Señor infligiera a sus tierras, que el Señor castigó su cuerpo: los personajes más notables de su ducado se habían reunido para celebrar el día del nacimiento del Señor (del 1194); entonces, justo en el preciso momento en el que el duque se disponía a salir para divertirse con sus caballeros, el caballo se le cayó encima, rompiéndole un pie: los huesos, rotos en varios sitios, le salían por fuera de la piel y asomaban más de un palmo.
“Llegaron los médicos y aplicaron al pie lo que juzgaron más necesario. Al día siguiente, el pie estaba ennegrecido, encontrándose en tal estado que, según el parecer de los médicos, se hacía necesaria su amputación. El propio duque exigió la operación, pero no pudo hallarse a nadie que quisiera obedecerle, pues ninguno quería tocar a su señor, por miedo a causarle daño. Finalmente, mandó venir a su hijo y heredero y le pidió, e incluso le instó a ello, que pusiera fin a sus sufrimientos, amputándole el pie.
“Su hijo no quiso hacerlo sin ayuda; entonces, el duque mandó llamar a su chambelán, ordenándole que ayudara a su hijo, e, incluso, él mismo colocó el hacha sobre su pierna; el chambelán tuvo que hacer tres intentos hasta que pudo cortar el pie. A la mañana siguiente, los médicos, que habían aplicado los remedios que consideraban necesarios sobre la herida, vieron que ya nada podrían hacer para salvarle. Habiendo perdido toda esperanza de curación, el duque mandó llamar a los arzobispos, obispos y barones de su ducado, que participaban en la fiesta, y les pidió que fuera anulada la sentencia que el Papa le había infligido por el daño hecho al rey de Inglaterra.
“El clero, de manera unánime, le respondió que era imposible anular dicha sentencia a menos que garantizara, mediante juramento, que se sometería al juicio de la Iglesia en lo que concernía a aquel asunto, siempre que todos sus barones se comprometieran con él: si llegaba a suceder que el veredicto de la Iglesia no podía cumplirse en su persona, al menos los barones darían satisfacción a la Santa Iglesia. En cuanto recibió la absolución, el duque mandó liberar a los rehenes del rey de Inglaterra, según lo que había decidido la Iglesia, y declaró que aquel rey ya no debería pagarle las sumas que aún le debía, tras lo cual murió; su heredero, contando con el apoyo de algunos barones, intentó no cumplir lo prometido, lo que motivó que el clero se negara rotundamente a enterrar el cuerpo del duque: sus restos permanecerían insepultos ocho días, hasta que todos los rehenes del rey de Inglaterra fueron completamente liberados.”
Relato de Roger de HOVEDEN (cronista inglés muerto en 1201) en Ricardo Corazón de León. Historia y leyenda. Edición de Michèle Brossard-Dandré y Gisèle Besson y traducción de Javier Martín Lalanda, Ediciones Siruela, Madrid, 2007, pp. 258-259.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.