DOCUMENTO HISTÓRICO. Cristianos y musulmanes en la región de Damasco del siglo XII.
“Es asombroso que los cristianos, vecinos del monte Líbano, cuando ven a uno de estos solitarios musulmanes les traen sustento y los tratan bien, y dicen: “Éstos son de los que se han consagrado a Dios, poderoso y grande; por tanto, la asociación con ellos es necesaria.” Este monte está entre las más fértiles montañas del mundo; en él se halla toda clase de frutas, hay aguas corrientes y extensas umbrías. Raramente hay un lugar donde el ascetismo y la renuncia al siglo estén ausentes. Si la conducta de los cristianos, (pese) a lo contrario de su credo, es esta conducta, ¿cuál te parece (que será) la de los musulmanes unos con otros?
“De lo más extraordinario que se cuenta, está el que los fuegos de la discordia se enciendan entre los dos grupos, musulmanes y cristianos; a veces las dos partes se enfrentan y se alinean en posición de combate; sin embargo, caravanas de musulmanes y de cristianos van y vienen entre ellos sin que se opongan.
“Nosotros presenciamos en ese momento, que fue el mes de yumadà I (del 10 de agosto al 8 de septiembre) de ese año (1184), la salida de Salah al-Din, con todo su ejército de musulmanes, para (ir a) sitiar la fortaleza de al-Karak (el Crac de los Cruzados o de los Caballeros), que es una de las más grandes fortalezas de los cristianos y supone un obstáculo en el camino del Hiyaz y un impedimento para el acceso de los musulmanes al continente. Entre ella y Jerusalén hay una jornada o poco más. Es el punto crucial de la tierra de Palestina y tiene considerable importancia su amplitud. Vecina de regiones pobladas, se dice que comprende cuatrocientos pueblos. Así, este sultán la sitió y asedió, prolongando su cerco; mas las idas y venidas de las cáfilas de Egipto a Damasco, a través del territorio de los francos, no se habían interrumpido, así como tampoco las idas y venidas de los musulmanes de Damasco a Akka (San Juan de Acre). Ninguno de los mercaderes es estorbado ni obstaculizado.
“Los cristianos, en su territorio, hacen pagar a los musulmanes un impuesto y gozan de una seguridad extrema. También los mercaderes cristianos pagan en el territorio de los musulmanes por sus mercancías; hay acuerdo entre ellos y armonía en todas las circunstancias. Las gentes de guerra están ocupadas en sus guerras; el pueblo permanece en paz; los bienes de este mundo son para quien vence. Ésta es la conducta de la gente de este país en sus guerras. En lo concerniente a los conflictos internos, que tienen lugar entre los emires de los musulmanes y sus reyes, tampoco (éstos) llegan a los sujetos ni a los mercaderes; en paz o en guerra, la seguridad no les abandona en ninguna circunstancia. La condición de este país en eso es tan extraordinaria que la referencia acerca de ella no se agotaría. ¡Dios, por su gracia, exalte la palabra del Islam!”
IBN YUBAYR, A través del Oriente (Rihla). Edición de Felipe Maíllo Salgado, Alianza Editorial, Madrid, 2007, pp. 440-441.
Ibn Yubayr vino al mundo en Valencia el 1 de septiembre de 1145 en el seno de una familia de letrados. En Játiva, donde su padre ejercía, se formó. Sirvió en calidad de secretario a los gobernadores almohades de Granada. Notable literato y poeta, abrazó el sufismo. Entre el 1183 y el 1185 realizó su peregrinación oriental, a los Santos Lugares, alcanzando gran celebridad. De 1189 a 1191, al saber de la conquista de Jerusalén por Salah al-Din, efectuó un segundo viaje. A su retorno a Occidente fue magistrado en Granada y Ceuta. Al fallecer su esposa Atika Umm al-Mayd, hija del visir Abu Yafar al-Waqqasi, emprendió su tercer y definitivo periplo oriental. Se afincó en Alejandría, donde la muerte lo alcanzó el 29 de noviembre de 1217. Según Ibn ar-Raqiq los ruegos sobre su tumba son concedidos.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.