28.06.2015 00:06
El clérigo y escritor galés Giraud de Barri (1145-1223) recogió esta historia:
“Se dice que una condesa de Anjou, de magnífica belleza pero de orígenes desconocidos, había sido desposada por el conde, en razón de la gracia de su cuerpo. Acudía raramente a la iglesia y, cuando estaba en ella, manifestaba poca devoción, léase ninguna. Jamás se quedaba al momento de la consagración, sino que salía muy apresurada después del Evangelio. Aquella conducta acabó por atraer las sospechas del conde y de otros barones. Cierto día que había acudido a la iglesia y se disponía a salir en el momento ya habitual en ella, fue detenida por cuatro caballeros que actuaban por orden del conde. Al momento, soltó el manto por el que la mantenían asida, abandonó a sus dos hijos más jóvenes que guardaba bajo el vuelo que en el costado derecho le hacía su capa y, cogiendo a los otros dos –que mantenía a su izquierda- bajo el brazo, salió volando por la ventana de la iglesia, a la vista de todos. Así pues, aquella mujer, cuyo rostro era más bello que la fe, desapareció, llevándose consigo a dos de sus hijos, y jamás se la volvió a ver. El rey Ricardo contaba frecuentemente esta historia, añadiendo que no había que extrañarse de que, con tales antepasados, los hijos no dejaran de combatir contra sus padres y de pelear entre sí, pues, en efecto, todos venían del diablo y a él acabarían de regresar. ¿Cómo podía nacer de un tronco tan corrompido raza que pudiera portar algún fruto o alguna virtud?”
Ricardo Corazón de León. Historia y leyenda. Edición de Michèle Brossard-Dandré y Gisèle Besson (traducción de Javier Martín Lalanda), Ediciones Siruela, Madrid, 2007, p. 31.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.
