DOCUMENTO HISTÓRICO. Cneo Escipión desembarca en Hispania e Italia es atacada por Hannibal.
“[21.60] Mientras tenían lugar estos sucesos en Italia, Cneo Cornelio Escipión, al que se había enviado con un ejército y una flota a Hispania, empezó sus operaciones en aquel país. Desde la desembocadura del Ródano, navegó rodeando el final occidental de los Pirineos y llegó hasta Emporiae, la antigua Emporión griega (Ampurias, Gerona) Desembarcó aquí su ejército, y comenzando con los laietanos, atrajo a todos los pueblos marítimos, hasta el Ebro, a la esfera de influencia romana mediante la renovación de las antiguas alianzas y la formalización de otras nuevas. Se ganó de esta manera una reputación de clemencia que se extendió no sólo entre las poblaciones marítimas, sino entre las tribus más guerreras y los montañeses vecinos de otros más salvajes. Estableció relaciones pacíficas con ellos y, todavía más, se aseguró una alianza militar y fueron alistadas de entre ellos algunas fuertes cohortes. El país del otro lado del Ebro era la provincia de Hanón, a quien Hanníbal había dejado para mantenerla en poder de Cartago. Considerando que debía enfrentar los siguientes avances de Escipión antes de que toda la provincia estuviese bajo dominio romano, asentó su campamento a plena vista del enemigo y presentó batalla. El romano también creía que la batalla no debía ser retrasada; sabía que tendría que luchar tanto contra Hanón como contra Asdrúbal, y prefería hacerlo contra cada uno de ellos por separado en vez de contra ambos a la vez. No resultó ser una gran batalla. El enemigo perdió seis mil hombres; a dos mil, además de los que custodiaban el campamento, se les hizo prisioneros; el mismo campamento fue tomado y se capturó a su general junto con algunos de sus oficiales; Cisis [Kesse, en el barrio marítimo de la actual Tarragona], una ciudad fortificada próxima al campamento, se atacó con éxito. El botín, sin embargo, al tratarse de un lugar pequeño, fue de poco valor y estuvo construido principalmente por las propiedades domésticas de los bárbaros y algunos esclavos sin valor. El campamento, sin embargo, enriqueció a los soldados no solo con las pertenencias del ejército al que habían derrotado, sino también con las del ejército que servía con Hanníbal en Italia. Habían dejado casi todas sus posesiones valiosas al otro lado de los Pirineos, pues no podrían llevar cargas pesadas.
[21.61] Antes de haber recibido noticia definitiva de esta derrota, Asdrúbal había cruzado el Ebro con ocho mil soldados de infantería y mil de caballería, con la esperanza de enfrentar a los recién llegados romanos; pero tras saber del desastre de Cisis y la captura del campamento, desvió su ruta hacia el mar. No muy lejos de Tarraco se encontró con los soldados de nuestras naves y los marineros aliados, dispersos por los campos, con el habitual descuido que provoca la victoria. Envío su caballería en todas direcciones contra ellos, hizo una gran masacre y les obligó a regresar atropelladamente a sus barcos. Temiendo permanecer más tiempo en la zona para no ser sorprendido por Escipión, se retiró cruzando el Ebro. Al tener noticias de este nuevo enemigo, Escipión descendió a marchas forzadas, y tras castigar sumariamente a varios de los prefectos de las naves, volvió por mar a Ampurias dejando una pequeña guarnición en Tarragona. Apenas se había marchado cuando Asdrúbal apareció en escena e instigó a los ilergetes, que habían entregado rehenes a Escipión, a rebelarse, y en unión de los guerreros de aquella tribu asoló los territorios de las que permanecieron leales a Roma. Esto sacó a Escipión de sus cuarteles de invierno, ante lo que Asdrúbal desapareció nuevamente más allá del Ebro y Escipión invadió con sus fuerzas el territorio de los ilergetes después que el instigador de la revuelta se hubiera abandonado a su suerte. Los llevó a todos a Atanagrum que procedió a asediar y que pocos días más tarde recibió bajo la protección y jurisdicción de Roma, tras exigir un aumento en el número de rehenes e imponerles una fuerte multa. Desde allí avanzó contra los ausetanos, que vivían cerca del Ebro y también eran aliados de los cartagineses, y asedió su ciudad. Los lacetanos, que llevaban ayuda a sus vecinos durante la noche, sufrieron una emboscada no lejos de la ciudad a la que trataban de entrar. Fueron muertos más de doce mil, casi todos los supervivientes arrojaron sus armas y huyeron a sus hogares en grupos dispersos por todo el país. Lo único que salvó a la ciudad asediada del asalto y el saqueo fue la severidad del clima. Durante los treinta días que duró el asedio, la nieve raramente bajó de los cuatro pies [1184 mm] de profundidad, cubriendo los plúteos [cajas sobre ruedas bajo las que se protegían los soldados que se aproximaban a las murallas; por extensión y genéricamente, toda clase de protecciones destinadas a cobijar un grupo de soldados] y manteletes tan completamente que incluso sirvieron como protección suficiente contra los fuegos que descargaba, de tanto en tanto, el enemigo. Por fin, después que su jefe, Amusico, hubiera escapado a los cuarteles de Asdrúbal, se rindieron y acordaron pagar una indemnización de veinte talentos de plata]. El ejército regresó a sus cuarteles de invierno en Tarragona.”
TITO LIVIO, Ab urbe condita, fragmentos de la II Guerra Púnica.
Traducción de Antonio Diego Duarte Sánchez.
Documento aportado por Javier Jordá Sánchez.