DOCUMENTO HISTÓRICO. Catón vence a los hispanos en Ampurias.
“Cuando Catón desembarcó en Iberia en el lugar llamado Emporion, los enemigos se concentraron contra él desde todas partes en número de cuarenta mil, y éste durante un tiempo se puso a ejercitar a sus tropas y cuando se disponía a entablar combate, devolvió a Masalia las naves que tenía, y enseñaba al ejército que no era eso lo temible, el que los enemigos les sobrepasasen en número (pues siempre el valor se impone sobre el número), sino el hecho de que carezcamos de naves, así como el no tener siquiera posibilidad de salvación si no obtenemos la victoria. Tras decir esto se lanzó de inmediato al combate después de haber infundido el miedo y no falsas esperanzas como hacen otros. Y cuando se produjo la lucha cuerpo a cuerpo iba saltando de un lado para otro hacia todas partes alentando y dando ánimos. Y como todavía al atardecer era incierto el combate y habían caído muchos de uno y otro bando, subió corriendo hacia una colina elevada con tres cohortes de reservas, para poder contemplar en conjunto toda la acción. Y cuando vio que el centro de los suyos se hallaba especialmente en apuros, se lanzó hacia ellos exponiéndose el primero al peligro y con su acción y sus gritos causó la confusión entre los enemigos y fue el iniciador de la victoria. Tras perseguirlos durante toda la noche se hizo también con el dominio del campamento y aniquiló a un gran número. A su regreso, como artífice de la victoria, le felicitaron abrazándole. Y después de esto hizo descansar al ejército y vendió el botín.
“Cuando todos enviaron hacia él embajadores, les exigió otros rehenes y envió a cada uno de ellos cartas selladas, y ordenó a quienes las llevaban que las entregaran todas en un solo día; y fijó el día calculando cuándo llegarían más o menos a la ciudad más apartada. El escrito ordenaba a todos los magistrados de las ciudades que derribaran sus murallas en el mismo día en el que recibieran las cartas; y si demoraban el día les amenazaba con la esclavitud. Y ellos, como habían sido vencidos recientemente en una gran batalla, y por ignorancia de si se les había enviado ese escrito a ellos solos o a todos, temerosos de que al ser los únicos fueran objeto de burla, en cambio si lo compartían con los otros, que no fueran los únicos que se retrasasen, y como no tenían la oportunidad de ponerse en contacto unos con otros y se mostraban circunspectos ante los soldados que habían venido con las cartas al hallarse en su presencia, anteponiendo cada uno su propia seguridad derribaron las murallas con premura. Pues una vez que habían adoptado la decisión de obedecer, creían que el haberlo llevado a cabo con rapidez sería también tenido en consideración. Así las ciudades de los alrededores del río Ebro en un solo día y por obra de una sola estratagema derribaron sus propias murallas y como se habían hecho fácilmente accesibles para los romanos en el futuro, permanecieron durante mucho tiempo en paz.”
APIANO, Sobre Iberia y Aníbal. Introducción, traducción y notas de Francisco Javier Gómez Espelosín, Madrid, Alianza Editorial, 1993, capítulos 40 y 41, pp. 73-75.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.