DISTURBIOS EN LA CATALUÑA DE FINES DE 1640. Por Gabriel Peris Fernández.
El persistente estado de guerra de la Europa del siglo XVII puso en marcha fuertes movimientos de contestación, que fueron desde la alteración campesina a la revolución política. El enfrentamiento entre la monarquía española y la francesa empeoró la difícil relación entre la Corte y la Diputación del General de Cataluña, la Generalitat, y desde el Corpus de 1640 una parte de los catalanes se alzaron contra el gobierno de Felipe IV.
La Generalitat se enfrentó a problemas tan sensibles como la prosecución de la agitación social en muchos puntos de Cataluña y el levantamiento de una fuerza armada contra las tropas de Felipe IV. El avance del ejército comandado por el marqués de Los Vélez desde Tortosa, perdida temporalmente para la causa de la Generalitat, sembró una enorme inquietud. Pronto se iniciaron conversaciones con la Francia de Luis XIII en busca de ayuda. La protección no sería gratuita y con los meses el rey de Francia se convertiría en conde de Barcelona.
El 18 de diciembre de 1640 las fuerzas de Luis XIII y de la Generalitat se encontraron con las de Felipe IV ante Tarragona, pero el día 24 optaron por retirarse sin entablar batalla. Tarragona pasó a manos de los de Felipe IV y se sospechó de las intenciones de los franceses, más atentos a favorecer su dominio que otra cosa, aunque algunos observadores atribuyeron la retirada a la inferioridad militar.
La agitación social del verano de 1640 no se había calmado. Campesinos y menestrales exigieron mejoras de los grupos dirigentes, que se encontraron entre los insurrectos más declarados y las tropas de Felipe IV. La movilización militar favoreció tanto los movimientos de grupos contestatarios como sus exigencias de acción. En Barcelona irrumpieron el 22 de diciembre personas de sus alrededores, particularmente del Prat del Llobregat. Buscaron a los consejeros o consellers de la influyente Barcelona para aprestarse a ir al combate.
En Barcelona la desconfianza era más que notable y se temía que de un momento a otro las tropas de Felipe IV aparecieran. Se creyó ver una galera en el litoral, con gran inquietud. El desembarco de aquéllas en Castelldefels alzó un enorme revuelo. Se tocaron las campanas a so metent. La cólera subió de punto cuando se supieron las noticias de Tarragona. Se produjo una nueva insurrección y los alzados buscaron a los escondidos magistrados de la Real Audiencia, asociada a la autoridad de Felipe IV. Hombres de leyes como Rafael Puig fueron asesinados, despojados de sus ropas y colgados sus cadáveres en la plaza del Rey. El día de Navidad se intentó asaltar el palacio de la duquesa de Cardona, considerado un punto de refugio de los seguidores del rey de España. Los alzados llegaron a decir, según ciertos coetáneos, que el padre Adán había muerto intestado y que era lícito el reparto de bienes, una idea muy grata al cristianismo más contestatario de la Baja Edad Media.
Tales movimientos desagradaron profundamente a los grupos rectores opuestos a Felipe IV. Se ejecutó a varios participantes en el garrote vil el mismo día de Navidad. Sin embargo, la amplitud del movimiento era considerable y el más destacado dirigente de la Generalitat, Pau Claris, tuvo que ceder y concedió el indulto para todos aquellos que se enrolaran en las unidades de almogávares o miquelets.
Las alteraciones también se dieron en Sitges, Granollers, Blanes y Lleida, pero en Vic resultaron ser particularmente intensas. Desde el verano los campesinos de los alrededores y los menestrales del arrabal sostenían una enconada lucha contra los grupos de la ciudad estricta. Ambos bandos buscaron ayuda en las instituciones catalanas. El 19 de diciembre de 1640 los consellers escribieron a la Generalitat para que los secundara. Pronto recomenzó el conflicto en Vic. Sus autoridades llegaron a bombardear la plaza del Mercadal y a los que se salvaron de la represión se les enroló para la guerra, que al final fue larga y dolorosa.