DINERO PARA CASARSE EN EL ANTIGUO RÉGIMEN. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
El control de la población flotante, en riesgo de marginalidad y marginada fue un problema muy serio para las autoridades del Antiguo Régimen, ya que se pensaba que tales gentes podían ocasionar serias alteraciones de la vida pública. En el caso de las mujeres jóvenes, de las doncellas, se añadían todas las prevenciones y prejuicios de la época. Según la moral imperante, se pensó que el matrimonio cortaría todo riesgo de “extravío” y convertiría a una potencial “descarriada” en una casada a respetar.
La Casa y Hospital de pobres huérfanas de Tarragona pagaba una suma, una caridad, a algunas de aquellas jóvenes para casarse. Así se incentivaba que más de un campesino la tomara por esposa.
Los fondos procedían de los legados piadosos consignados en los testamentos, siguiendo un uso muy arraigado en la Europa católica. Se agruparon gran parte de sus sumas en una obra pía creada al efecto, con los permisos correspondientes de los albaceas. En la ciudad de Tarragona, cobró fuerza tal obra desde 1580, alrededor de los dominicos. La Contrarreforma fortaleció tal tendencia al defender el Concilio de Trento la importancia de las buenas obras en la salvación del alma.
Una vez librada la guerra de los Segadores y firmada la paz de los Pirineos de 1659, el movimiento fue impulsado en Tarragona por campesinos ricos y hombres de las artes y del comercio. Tales fueron los casos del patrón marinero Batista Mateu, del patrón de artes Josep Garí o del campesino Joan Manyer en 1660.
Los establecimientos o botigas, tierras campas y viñas de la rica partida de La Rabassada respaldaron particularmente estos legados, que se sustanciaban por Pascua de Resurrección, con claro simbolismo, aunque también viviendas y botigas del casco urbano.
Los donantes, a partir de 1671, insistieron en que se cumplieran las condiciones acordadas, caso del pescador Pau Besora, del platero Antoni Coll o del mercader Gabriel Carbonell.
Ciertamente, los legados no pasaban de cantidades de dinero modestas, como seis dineros o cinco sueldos, pero en momentos puntuales pudieron beneficiar a algunas parejas, incluso en los tormentosos días de la guerra de Sucesión. El 28 de marzo de 1701 recibió diecisiete sueldos Teresa Lluch por su matrimonio con Isidro Pallejà. La ayuda fue de cuarenta y siete sueldos el 23 de marzo de 1704 para Mariana Cantó, que se casó con Francesc Cantó. María Rich i Garreta percibió diecisiete sueldos el 29 de febrero de 1708 al contraer nupcias con Francesc Rich de Riudoms.
En verdad, tales legados solo ayudaron a unas cuantas personas y su efecto sobre la nupcialidad sería por fuerza limitado. Sin embargo, resultan elocuentes de la necesidad de tranquilizar la conciencia de ciertas gentes de la época o, incluso, de agradecer algún favor familiar pasado.
Fuentes.
ARXIU HISTÒRIC DE TARRAGONA.
Qüaderns de capbreu de ponselles a maridar, 1660-82, 138 (2.1.1.).