DINAMARCA: DEL ABSOLUTISMO A LA ILUSTRACIÓN. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La monarquía danesa era a mediados del siglo XVII una importante potencia del Norte de Europa, que dominaba Noruega. Su gran rival era Suecia, que tras la tercera guerra del Norte (1700-21) perdió gran parte de su fuerza. Sin embargo, Dinamarca no consiguió lo que se proponía, pues las grandes potencias no deseaban que una sola potencia controlara el estrecho de Sund. La provisión de las fuerzas armadas animó un tanto la industria, muy concentrada en Copenhague.
Paralelamente, el absolutismo había avanzado en Dinamarca, a impulsos de reyes como Federico III (1648-70), que convenció a la nobleza para que renunciara a la exención fiscal y a otros privilegios estamentales, mientras se procedía a gravar directamente a los propietarios de tierras. La Dieta suspendió sus sesiones y los nuevos burócratas extendieron su dominio de la administración. Se uniformaron las medidas y pesos de las tierras danesas, y se recopilaron las leyes anteriores en un Código en 1683. Sin embargo, la aplicación de la ley dependía en gran medida de la buena voluntad de los poderosos locales. Se ha calculado que unos trescientos terratenientes controlaban casi el noventa por ciento de las tierras, que vendían gran parte de sus cosechas a comerciantes de los Países Bajos.
Con el descenso de los precios agrícolas, los terratenientes impusieron desde 1733 condiciones serviles a los campesinos, adscribiéndolos al terrazgo. A los que se negaban a aceptar tales obligaciones se les imponía el servicio en el ejército durante seis años. La productividad no mejoró con tales medidas, al desincentivar a los trabajadores del campo.
Semejante panorama comenzó a cambiar en la década de 1770, en parte gracias a la intervención de figuras como la del médico alemán Struensee, amante de la reina Carolina Matilde. Llegó a ser el gobernante de Dinamarca de facto, y sus ideas ilustradas en materia de religión y libertad de prensa inquietaron a más de uno. Los terratenientes temieron por su preeminencia y más de un plebeyo por la preservación de sus creencias religiosas, amenazadas por el “ateísmo” de aquél. Finalmente fue detenido y ejecutado cruelmente en 1772, a la par que crecía la hostilidad hacia los alemanes e incluso los noruegos de la corte.
Una nueva oportunidad para los reformistas ilustrados llegó en 1784, cuando el príncipe heredero Federico se hizo cargo del gobierno, contando con la ayuda de terratenientes de ideas innovadoras. Se abolió la servidumbre, coincidiendo con un alza de los precios, y se animó la unión de las pequeñas granjas en otras de mayor extensión para favorecer la producción agrícola. La libertad de comercio fue introducida, y los mercaderes daneses, cuyos barcos llegaron al Caribe, obtuvieron importantes beneficios de todo ello. También se introdujo la enseñanza de carácter universal. Entre 1660 y 1807, la población danesa pasó de los 600.000 a los 978.000 habitantes.
Se ha comparado el paso del Antiguo Régimen al liberalismo de Dinamarca con el de Francia. Aquélla no fue agitada por una revolución, pese a difundirse sus ideas entre los daneses. Las reformas de finales del siglo XVIII terminaron creando un grupo de campesinos propietarios, favorables al sistema parlamentario. Una nueva era aparecía en el horizonte.
Para saber más.
Palle Lauring, A History of Denmark, Copenhague, 1995.
Etiquetas:
Europa | Conflictos | Gobierno | Cultura