DIMENSIONES DEMOGRÁFICAS DE LAS CIUDADES ANDALUSÍES. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Al-Ándalus fue una tierra de ciudades, tanto por su importancia en la organización territorial como por sus magnitudes, si atendemos a la superficie comprendida dentro del perímetro de sus murallas, a razón de 348 habitantes por hectárea. Las urbes más destacadas encabezaron territorios con otros núcleos de población dependientes, como las alquerías.
A finales del Califato, se ha postulado una población para Córdoba de unos 100.000 habitantes, incluso de más de 300.000 habitantes según algunos autores, una extraordinaria concentración humana que sería digna de la Constantinopla de la Plena Edad Media, que alcanzaría las 375.000 personas, o de la Bagdad de los 400.000 habitantes. De la importancia de la población de la Córdoba califal da idea que la ciudad sólo alcanzara los 40.000 habitantes en el siglo XVI. La sede califal atraería a muchas gentes en busca de fortuna.
Muchas ciudades andalusíes, más allá de Córdoba, ganaron en importancia por razones económicas y político-militares en el siglo X. Sin embargo, la caída del Califato y el surgimiento de las taifas resultaron de singular valor para las dimensiones de la población de la misma Córdoba y de otras urbes que ganaron relevancia.
En la frontera con los combativos hispano-cristianos, Toledo crecería de los 28.000 del siglo X a los 37.000 del XI, dimensiones superiores a las de los 30.000 habitantes de la Jerusalén de antes de la tercera cruzada. Entre los siglos XII y XIII, ya bajo el dominio cristiano, su población se situaría en unos 25.000 habitantes. Su caída en manos de Alfonso VI en el 1085 fue un duro golpe para otros núcleos andalusíes de menores dimensiones en la submeseta Sur.
La también fronteriza Zaragoza, capital de una poderosa y ambiciosa taifa, pasaría de los 12.000 del siglo X a los 17.000 habitantes del año 1118, el de la conquista cristiana. Se tratan de cifras apreciables, pues a inicios del siglo XV la población de la capital del reino de Aragón sería de unas 20.000 personas. Otra sede de taifas en la frontera superior, Lérida llegó a tener más de 10.000 habitantes en el siglo XI, número muy superior a los 3.000 de fines del XV.
Las ciudades del Garb Al-Ándalus (el oeste peninsular), también atacadas por los hispano-cristianos, no dejaron de crecer en la Plena Edad Media. Lisboa, en vísperas de la conquista de 1147, contaría con unos 21.000 habitantes, inferiores a los 35.000 de la primera mitad del siglo XIV. Capital de una taifa, dominadora de Lisboa, la disputada Badajoz albergaría en el XII a unas 26.000 personas, un cifra claramente superior a los más de 7.500 habitantes de 1530.
El crecimiento urbano fue muy destacado en el Sharq Al-Ándalus (el este), con el florecimiento de muchas ciudades, de las que destacamos las de rango político-militar más sobresaliente. Antes de la conquista de 1148, Tortosa tendría unos 13.000 habitantes, número superior a los más de 7.000 de finales del siglo XIV. Valencia crecería de los 11.000 del X a los 15.000 del XII. En tiempos de la conquista de Jaime I su población habría aumentado a más de 25.000 personas, todavía lejos de los 40.000 habitantes de principios del XV, en pleno despegue de la urbe. Murcia albergaría 13.000 habitantes en el siglo XI y alcanzaría los 24.000 entre los siglos XII y XIII, en plena época almohade, superando a los 12.000 de 1584. Almería tendría más de 28.000 habitantes en el siglo XII, un número de personas que no sería sobrepasado durante el periodo nazarí ni a fines del siglo XVI, cuando la ciudad albergaría a 4.600 habitantes. Asimismo, la ciudad de Mallorca alcanzaría los 25.000 habitantes en el siglo XII, más que los 13.500 de fines del XV.
Durante la Plena Edad Media, con el establecimiento de los regímenes almorávide y almohade, la gran urbe andalusí fue la de Sevilla. Pasaría de los 52.000 habitantes del siglo X a los 95.000 en el XII. Para hacernos una idea de la importancia de tal población baste decir que la ciudad albergaría 55.000 personas en 1533 y en 1571 unas 100.000 al compás de la expansión comercial en Indias. No en vano, Sevilla se convertiría en una de las capitales del imperio almohade y superaría a la mayor ciudad de la cristiandad latina coetánea, París, que alcanzaría los 80.000 habitantes en el XIII.
Dentro del área de influencia de Sevilla, encontramos otras urbes destacadas. Écija llegaría a los 18.000 habitantes en el XII, muy próximos a los cerca de 20.000 del siglo XVI. Jerez de la Frontera alcanzaría en el XII los 16.000 habitantes, inferiores a los 20.700 de mediados del siglo XVI. Las dimensiones de ambas en el siglo XII eran parejas a las de Burgos en el siglo XI, habitado por unas 18.000 personas, bastante más que los 1.500 habitantes del León coetáneo.
Otra ciudad que floreció bajo los almohades fue Jaén, que llegaría a contar con más de 23.500 habitantes, una población muy similar a las de los 25.000 de fines del siglo XVI.
Las grandes conquistas hispano-cristianas del siglo XIII redujeron Al-Ándalus al emirato nazarí de Granada, encastillado en una orografía intrincada. Hasta allí acudieron muchos andalusíes, que no pasaron al África del Norte y que no quisieron convertirse en mudéjares. Junto a la citada Almería, que Jaime II intentó conquistar en 1309, Málaga pasaría de los 10.000 del siglo X a los 20.000 del XII. La última cifra de población se trataría quizá de un máximo, pues en vísperas de la conquista de los Reyes Católicos albergaría unos 15.000 habitantes, de todos modos más que los 10.600 de finales del siglo XVI.
Con todo, la ciudad nazarí más poblada fue la misma Granada. De los 20.000 del siglo X pasó a los 26.000 del XI. Los 60.000 habitantes de fines del XIII se convertirían en cerca de 150.000 en el siglo XIV y en más de 200.000 antes de su dificultosa conquista en 1492. Era una cifra claramente superior a los 62.500 de su ciudad y partido a finales del XVI. Las dimensiones de la Granada nazarí fueron dignas de las principales ciudades de Italia antes de la peste de 1348, cuando Génova estuvo habitada por 47.500 personas, Milán por 100.000, Venecia por 110.000, Florencia por 80.000, Nápoles por 40.000 y Palermo por 50.000. No cabe la menor duda que las ciudades andalusíes concentraron bastantes vidas y energías.
Para saber más.
Leopoldo Torres Balbás, Ciudades hispanomusulmanas, dos volúmenes, Madrid, 1985.