“Años había que trataban de entregar el reino a los príncipes de Berbería o al Turco, mas la grandeza del negocio, el poco aparejo de armas, vituallas, navíos, lugar fuerte donde hiciesen cobijo, el poder grande el emperador y del rey Felipe, su hijo, enfrenaba las esperanzas e imposibilitaba las resoluciones, especialmente estando en pie nuestras plazas mantenidas en la costa de África, las fuerzas del Turco tan lejos, las de los corsarios de Argel tan ocupadas en presas y provecho particular que en empresas difíciles de tierra. Fuéronseles con estas dificultades dilatando los designios, apartándose ellos de los del reino de Valencia, gente menos ofendida y más armada. En fin, creciendo igualmente nuestro espacio por una parte, y por otra los excesos de los enemigos, tantos en número que ni podían ser castigados por manos de justicia ni por tan poca gente como la del capitán general, eran ya sospechosas sus fuerzas para encubiertas, aunque flacas para puestas en ejecución.”
Diego Hurtado de Mendoza, Guerra de Granada, Libro I. Historiadores de los siglos XVI y XVII, Madrid, 1925, pp. 86-87.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.