CRUZAR EL SÁHARA EN UNA CARAVANA EN EL SIGLO XIV. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
El Sahara dista de ser un espacio ayuno de Historia, pues ha sido habitado desde tiempos remotos por gentes inquietas y ha sido cruzado por notables rutas de comercio. La introducción del camello en el siglo III resultó de notable importancia al respecto. Uno de sus viajeros más famosos fue el tangerino Ibn Battuta, que nos ha dejado una singularísima obra sobre sus andanzas desde el Extremo Oriente al interior de África.
Viajar a través del Sahara no era algo al alcance de cualquiera en el siglo XIV, ya que se requerían medios, contactos sociales y la autorización del sultán meriní. No en vano, Ibn Battuta marchó en su comitiva de Marrakech a Fez, convertida en la capital de la dinastía. Allí logró la licencia para viajar al Sudán, el país de los negros, en el otoño de 1351. Reconstruida a voluntad de los meriníes, Fez era el punto de enlace entre las rutas que procedían de Túnez y el interior africano. Se ha sugerido que llevaba la misión de concertar una alianza entre el sultán y el emperador de Malí.
Desde Fez, viajó a Siyilmasa, en la que ponderó sus dátiles por encima de los de Basora. Siguiendo los usos de cortesía del mundo islámico, se hospedó en la casa de un comerciante, cuyo hermano había conocido en la lejana China. Compró camellos y el 18 de febrero de 1352 se puso en camino en una caravana en la que participaban muchos mercaderes de la dinámica ciudad.
Tras veinticinco días de viaje, llegó la caravana a la aldea de Tagazá, próxima a una mina de sal y habitada por esclavos de los bereberes massufa. Los esclavos se alimentaban con dátiles del Draa y Siyilmasa, con carne de camello y con mijo del Sudán. Los mismos sudaneses cambiaban el mijo por la valiosa sal. Ibn Battuta ponderó el valor de la sal en aquellos parajes. Si en la mauritana Iwalatan una carga de sal valía dieciocho meticales, en Malí alcanzaba hasta los cuarenta. En el Sudán, la sal cortada en pedazos servía de moneda, con una valoración similar a la plata y al oro.
El aspecto modesto de Tagazá era aparente, pues allí se cerraban tratos por sumas de muchos quintales de oro en polvo.
El viaje prosiguió hasta Tasarahla, con la guía experta de los massufíes, auténticos especialistas caravaneros que disponían de consumados exploradores para adentrarse en el desierto. Finalmente, la caravana llegó a Iwalatan en abril de 1352, donde se les vendía agua a los viajeros. Era el primer dominio del señor del Sudán, el emperador de Malí, cuyo delegado supervisaba los tratos comerciales.
El más temido interior del desierto, con peligrosas serpientes y dunas que cambiaban de posición, había sido cruzado. En Iwalatan, Ibn Battuta contactó con los comerciantes de Salé, con residencias en el lugar. Nuestro viajero, no obstante, no se mostró nada satisfecho del comportamiento de los massufíes allí, pues permitían a sus mujeres ir desveladas a sus mujeres y que mantuvieran contacto con sus amistades de forma apacible. A su modo, el Sahara separaba sociedades distintas, unidas por los hilos del comercio y del interés.
Fuentes.
Ibn Battuta, A través del Islam. Edición de Serafín Fanjul y Federico Arbós, Madrid, 2005.