CLAUDIO EN BRITANIA Y SUS VANAGLORIAS (43). Por Víctor Manuel Galán Tendero.
“Hizo solo una expedición militar, y aun ésta sin importancia. El Senado le había decretado los ornamentos triunfales, pero no pareciéndole aquello bastante para la majestad de su jerarquía y aspirando a los honores de merecido triunfo, eligió para teatro de sus proezas la Britania, que no había sido atacada por nadie desde Julio César, y en la que reinaba entonces cierta efervescencia a causa de los desertores que no habían sido devueltos.
“Marchó, pues, a embarcarse en Ostia, pero estuvo a punto de naufragar dos veces a consecuencia de un viento impetuoso que le sorprendió en la costa de la Liguria, próxima a las islas Stechadas (de Hyères). Por esta causa desde Marsella fue por tierra a Gesoriacum (Boulogne-sur-Mer), donde pasó el mar.
“En pocos días, sin combatir, sin efusión de sangre, recibió la sumisión de parte de la isla; volvió a Roma seis meses después de su marcha y desplegó en su triunfo un deslumbrador aparato. Permitió a los gobernadores de las provincias y a algunos desterrados que se trasladasen a Roma para presenciar el espectáculo, y colocó en la parte superior del palacio de los césares, entre los despojos del enemigo y junto a la corona cívica, una corona naval, como monumento de su paso y victoria sobre el océano; su esposa Mesalina seguía en un carro al vencedor, y los que habían merecido en esta guerra los ornamentos triunfales, le seguían a pie, revestidos con la pretexta. Solo Craso Frugi montaba un caballo enjaezado y llevaba traje con palmas, por ser la segunda vez que obtenía recompensas militares.”
SUETONIO, Los doce Césares, Tiberio Claudio Druso, Barcelona, 1985, C. XVII. pp. 210-211.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.