25.01.2017 11:28
La Orden del Temple llegó a acumular un importante patrimonio, pero también tuvo que afrontar fuertes compromisos militares, como la construcción de castillos en Tierra Santa.
Conscientes de los problemas que ello suponía, los templarios incitaron a los magnates de la Europa cristiana a mostrarse caritativos y dadivosos. A través de sus agentes, pusieron ejemplos como el castillo de Safed para ilustrar la importancia de los dispendios y la necesidad de su edificación.
Su construcción supuso un gasto inicial de 1.100.000 besantes. Cada año su abastecimiento exigía otros 40.000 mínimos con destino a 1.700 personas en tiempos de paz, susceptibles de convertirse en 2.200 en guerra.
Dentro de estas personas sobresalieron los cincuenta caballeros templarios y sus treinta sirvientes, cincuenta turcópolos y trescientos ballesteros, además de unos 820 trabajadores y 400 esclavos.
La provisión mínima de cebada y trigo se fijó en unas 12.000 cargas de mula.
Estos acrecidos dispendios se justificaron con distintos argumentos. El castillo frenaba los ataques beduinos y sarracenos sobre Acre, además de obligar al enemigo a aumentar su ejército y sus gastos, pues desde el castillo se amenazaba el territorio comprendido entre el Jordán y Damasco.
Como los viajes de los peregrinos y el cultivo de la tierra ganaban en seguridad, crecía al abrigo del castillo un burgo con su mercado, que ejercía su autoridad sobre un señorío compuesto por 260 pueblos habitados por unos 10.000 hombres, muchos de ellos buenos arqueros.
De esta manera tan práctica entendieron los templarios la exaltación de la fe, tan ligada entonces a las peregrinaciones a los santos lugares.
Víctor Manuel Galán Tendero.
