CELTAS Y GRIEGOS EN PROVENZA. Por Remedios Sala Galcerán.
Los comerciantes griegos extendieron sus actividades hasta las riberas del Mediterráneo Occidental, hasta el litoral de las actuales España y Francia. Establecieron colonias tan importantes como Marsella o Ampurias, pero no forjaron un imperio al modo del que alzarían los romanos más tarde. Aunque no fueron conquistadores al modo de los macedonios de Alejandro Magno, fueron capaces de introducir cambios en la vida de las poblaciones locales, que hoy en día ya no son consideradas por la historiografía como meros receptores de una cultura superior. Sus aristocracias estaban muy interesadas en participar en los beneficios económicos, culturales y políticos del comercio griego para reforzar su posición.
Este fenómeno, bien conocido para el mundo ibero, también se dio en el celta, particularmente en el territorio mediterráneo comprendido entre el Ródano y el Arno. Sus ríos fueron de singular valor como vías de penetración hacia el interior del continente europeo. Además, su relativa cercanía a los estratégicos pasos alpinos también le dotaba de mayor valor para los mercaderes griegos.
En el siglo IV antes de Jesucristo se extendieron por este territorio distintas poblaciones de cultura celta. De distintos modos, lograron fusionarse con la población precedente ligur. Se forjó una especie de confederación, la de los salios, capaz de garantizar los pactos de hospitalidad con los griegos, sin los cuales el intercambio comercial hubiera resultado inviable. Sus principales núcleos se emplazaron en Arles y Entremont, posteriormente destruida por los conquistadores romanos.
En estrecho contacto con la fortificada Marsella, los celtas rodearon sus localidades con defensas de tipo griego en no pocas ocasiones, como en la citada Entremont. En puntos como Saint-Rémy-de-Provence creció una verdadera ciudad de cuño helenístico. Aquellos núcleos rigieron la organización del territorio, en el que el olivo y la vid se extendieron con gran provecho. Fue entonces cuando se rindió culto a Dionisos y los celtas comenzaron a escribir su idioma en caracteres griegos, como las dedicatorias a la Diosa Madre de la fecundidad de Glanum. Al igual que aconteció entre los iberos, la cultura de los celtas de la futura Provenza debió mucho a este intercambio de influencias.