CARLOS V INSTA A ENRIQUE VIII A ENTRAR EN GUERRA CONTRA FRANCIA.
En 1520 Carlos de Habsburgo fue coronado en Aquisgrán rey de Alemania, el paso previo a su coronación imperial por el Papa. En Castilla los comuneros ponían en cuestión los límites de su autoridad, y los agermanados emprenderían sonadas revueltas en Valencia y Mallorca. Entre 1521 y 1523 sus partidarios consiguieron hacerse con la situación en España. Sin embargo, la hostilidad de su rival Francisco I de Francia sería duradera.
El rey de Francia también había aspirado al cetro imperial y sus fuerzas habían irrumpido en Italia y España, en parte aprovechando la agitación de las Comunidades. La extensión de los dominios de Carlos V le resultaba amenazante.
De hecho, la diplomacia de Fernando el Católico había enlazado con la de Maximiliano de Habsburgo para cercar Francia. El apoyo de Inglaterra también era esencial para completar tal cerco. Casado entonces con Catalina de Aragón, Enrique VIII de Inglaterra todavía se titulaba rey de Francia y mantenía por entonces malas relaciones con Escocia, secundada por los franceses desde hacía tiempo. Con el recuerdo bien fresco de las gestas inglesas en la guerra de los Cien Años, sumó entonces sus fuerzas.
El 16 de junio de 1522 se acordó por el tratado de Windsor la alianza entre Carlos V y Enrique VIII contra el sultán otomano Solimán y su aliado Francisco I de Francia, acusado de ocupar indebidamente ciudades que no le pertenecían. Su quiso sumar a la alianza a la Santa Sede, a Venecia y a los cantones suizos.
El 19 de junio el mismo rey de Inglaterra expresó que había intentado evitar la guerra entre Carlos V y Francisco I, por medio de su canciller el arzobispo de York Thomas Wolsey, partidario del equilibrio de poderes en Europa. Al no conseguirlo, prometió a su hija María en matrimonio a Carlos V para reforzar la coalición.
Además de acordarse varias cuestiones económicas, también se ultimaron las militares. El 2 de julio se precisaron ciertos detalles de la intención militar inglesa, que de acuerdo con el espíritu diplomático de la época se presentaba como una guerra justa contra Francisco I, de restitución de lo injustamente tomado por el monarca francés. Desde Lombardía, España y Picardía se le haría entrar en razón, según los coaligados.
En Calais, la última plaza inglesa en el continente, Enrique VIII dispondría unos 10.000 infantes, entre los que descollarían sus famosos arqueros todavía, organizados en capitanías propias mandadas por su capitán general. No se subordinarían a otro mando. Asimismo, aportarían su propia artillería y equipamientos de campaña.
En todo caso, el emperador prestaría desde los Países Bajos el auxilio de 150 hombres de armas de sus compañías de ordenanza, además de 3.000 infantes alemanes. Llegado el caso, también acudirían a este teatro de operaciones fuerzas de infantería españolas, de las que unos 3.000 infantes ayudarían a otros 3.000 ingleses en la custodia de Calais. En Flandes dispondría Carlos V doce piezas de artillería de campaña o falconetes, encargándose asimismo del transporte en carros, a la sazón caro.
El primer objetivo de la campaña inglesa, con asistencia imperial, sería el condado de Boulogne, vecino de los Países Bajos. Tanto el escenario geográfico como el tipo de soldados a emplear (los afamados arqueros ingleses reforzados con artillería) tenían el recuerdo de la guerra de los Cien Años. Es probable que se quisiera emular a Eduardo III o a Enrique V, en tiempos de ensalzamiento de la caballería, pero al final la magna campaña careció de los resultados esperados, y las relaciones entre Carlos V y Enrique VIII se deterioraron antes de la ruptura con Catalina de Aragón. Entre el final de la guerra de los Cien Años y la subida al trono de Isabel I, Inglaterra mantuvo una posición internacional oscilante, que intentó ser aprovechada por hombres como Fernando el Católico y Carlos V.
Fuentes.
Archivo General de Simancas, Patronato Real, legajo 55, documento 5.
Víctor Manuel Galán Tendero.