CANARIAS, ISLAS DE CAZA Y TRATA DE ESCLAVOS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Las islas Canarias atrajeron a los navegantes europeos del siglo XV por motivos tan prosaicos como el comercio de esclavos. Pertrechados con el argumento de la sumisión de los enemigos paganos a la Iglesia, se esclavizó a una parte significativa de la población guanche del archipiélago.
Portugueses y castellanos pusieron sus ojos sobre estas tierras atlánticas, aunque al final los primeros fueron desplazados de sus pretensiones de dominio. En 1476 don Diego de Herrera logró que desde el arzobispado de Sevilla y el obispado de Cádiz le franquearan los oportunos suministros para la conquista de las islas.
Sin embargo, al año siguiente don Diego y su esposa doña Inés Peraza cedieron a los reyes don Fernando y doña Isabel sus derechos sobre Gran Canaria, Tenerife y la Palma. Se recordó a los vecinos de Palos y de Moguer en 1478 que navegaban por las rutas de la Guinea que no deberían cautivar a los canarios que habían abrazado el cristianismo.
La conquista de las Canarias mereció del pontificado, a petición de los reyes, una bula de cruzada para financiarla, que en 1487 fue predicada en las lejanas tierras alavesas. En teoría la conquista tenía por objeto llevar la fe y el obispo de Canaria se opuso a toda esclavización de autóctonos cristianos. La distinción entre canarios de guerra y de paz no fue respetada habitualmente y las controversias sobre el dominio de las Indias y la sumisión de sus naturales ya se plantearon aquí.
La historiadora Vicenta Cortés subrayó la crueldad de la esclavización de las gentes de la Gomera. Tras ahorcar a muchos de los varones, se vendía a sus hijos y mujeres. En el largo viaje hacia los puertos peninsulares, como el de Valencia, no pocos morían, al igual que acontecería en las singladuras esclavistas del África subsahariana a las Américas. Las mujeres alcanzaron una elevada cotización en el mercado. En la ciudad de Valencia la venta de guanches alcanzó su ápice entre 1494 y 1496.
El negocio del trato de los desdichados guanches fue muy lucrativo y en 1496 don Alonso de Lugo denunció ante la hermandad de Sevilla la toma por otros de canarios que decía que le pertenecían. Desde 1495 se había acordado la exención de alcabalas, el oneroso impuesto indirecto sobre la actividad comercial, por venta de esclavos de las Canarias, que no dejaron de interesar a magnates con intereses atlánticos como el duque de Medinasidonia en 1499, con las Indias ya abiertas a los castellanos.
A veces la declaración de libertad por su condición de cristianas evitaba algunos males a las cautivas, como las proclamadas horras o libres en 1491 siguiendo usos inveterados de la Hispania medieval. Su importe tuvo que ser devuelto, lo que nos remite a la detestable cosificación del ser humano impuesta por la esclavitud.