BRUTALIDAD EN GAZA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Las bombas no respetan a nadie. No hay compasión por los niños de corta edad. La ira cae sobre la franja de Gaza, donde la elevada densidad de población agudiza hasta extremos fortísimos los problemas.
¿Qué sentido tiene destripar criaturas? ¿Qué se pretende con este lúgubre homenaje a Herodes? Los bombardeos nazis sobre las grandes ciudades inglesas no quebrantaron la voluntad de resistencia del pueblo británico. La población alemana prosiguió trabajando bajo los escombros tras largas noches de pesadilla. La contemplación de seres humanos que se fundían en el asfalto al explosionar una bomba no arredró a muchos a proseguir combatiendo durante la II Guerra Mundial. El Japón martirizado por la furia atómica sólo capituló ante la posibilidad cierta de un tercer golpe que quizá hubiera alcanzado al reverenciado emperador.
¿Qué clase de paz puede esperarse de un hombre que ha visto asesinar a sus hijos? La razón más elemental acompañada de la experiencia histórica condenan los bombardeos de Gaza a la más negra barbarie, bien capaz de desatar nuevos actos bárbaros hasta que el mundo se quede ciego.
¿Son tan estúpidos los israelíes? Ciertamente parte de la población civil está harta del terrorismo islamista y airada por el ejecutor secuestro de los jóvenes. Los más despiadados políticos prefieren no contrariarla por elementales cálculos electorales en el complejo arco partidista de Israel. Los más lúcidos saben que más tarde o más pronto tendrán que llegar a un pacto con sus mortales adversarios, presionados por la nefasta imagen dada ante la opinión pública de nuestro global mundo. Servidumbres del poder blando.
Pero los bombardeos entran en otra lógica, tan asesina como carente de escrúpulos: la de acreditar una fuerza rayana en la locura, digna del Yahvé de los más fanáticos. Parapetados tras su escudo antimisiles, agreden Gaza. Hacen ver a sus potenciales enemigos lo que les podría acontecer. El Irán del programa nuclear, que amenaza con borrar a Israel del mapa, puede y debe verse reflejado. El nuevo Califa, que anuncia a los cuatro vientos la ablación de niñas, también debe saber que Tel-Aviv no es Bagdad.
Las bravuconadas sólo cuestan vidas humanas, de inocentes que sólo quieren vivir en paz, víctimas de una Historia estúpida, sea en el Oriente Próximo, Ucrania o en otro lugar cualquiera de este planeta de los simios en el que tratamos de salir a flote.