BOEING MALAYSIA AIRLINES. Por Antonio Parra García.
La caída del boeing ha conmocionado al mundo. Ha sido segada la vida de sus viajeros de forma abrupta y cruel. Nadie cuestiona que fueron derribados cuando cruzaban una zona en conflicto, la del territorio ucraniano que quiere ser ruso.
Se insiste en buscar la explicación a tamaño desafuero. Incluso nuestro presidente de gobierno ha pedido una investigación, que se anuncia espinosa y llena de minas diplomáticas. ¿Qué hay detrás de todo?
Indiscutiblemente Rusia y EE. UU. han suscrito un acuerdo: a la primera se le reconoce el dominio de Crimea a cambio de no intentar nuevas anexiones. El problema es que a tal pacto de caballeros no le han dado su aquiescencia los prorrusos que resisten en Sláviansk. Tampoco Putin puede enmendarles la plana sin más, pues su popularidad en Rusia se ha disparado gracias a la exaltación de las empresas nacionalistas.
Hasta ahora la guerra se desarrollaba dentro de unas cauces "anodinos", en las noticias de atrás de nuestros informativos tras el sobresalto de hace unos meses. EE. UU. podía respirar un poco mejor al verse alejada la posibilidad de escalada en la Europa Oriental, y Rusia podía seguir con comodidad una estrategia de espera, como la de los croatas que aguardaron a que los serbios se desgastaran en Bosnia antes de lanzar mayores ofensivas. Se espera a que Varsovia sea arrasada por las tropas del III Reich antes de irrumpir el Ejército Rojo.
¿Y si Varsovia no se deja? ¿Y si Sláviansk no está dispuesta a caer bajo el cuchillo ante el desentendimiento de sus aliados? El giro de Stalingrado fue posible por la intensa contraofensiva soviética. Quizá una parte de los prorrusos haya considerado necesario dar un brutal golpe sobre la mesa, llamando la atención al astuto Putin y sobresaltando a la UE y a los EE. UU. De ser así se abren acuciantes interrogantes. ¿Será posible mantener el pacto? ¿Pueden los grandes controlar sobre el terreno a sus "servidores" más diminutos?