BISMARCK, EL HOMBRE QUE ALZÓ UN IMPERIO. Por Javier Ramos Beltrán.
Otto Eduard Leopold von Bismarck-Shönhausen (Schönhausen, 1/04/1815-Friedrichsruh, 30/07/1898) ha sido una de las figuras más complejas que ha existido nunca y a la vez, al igual que Blas de Lezo, ha sido muchas veces injustamente olvidado. ¿La razón? No cabe en nuestras cabezas, pero efectivamente para hablar de Otto von Bismarck podríamos llenar toda la biblioteca de un pueblo de 100.000 habitantes, porque este PERSONAJE y lo digo con mayúsculas, se merece una biografía digna de una gran persona.
Ni siquiera figuras más conocidas como Napoleón han sido tan complejas como el canciller alemán. De hecho, la ascensión política de Bismarck da para hacer toda una serie de películas con sus correspondientes secuelas, y ya hasta para alegrar al personal alguna precuela.
La ascensión política de Bismarck desde su abogacía en Aquisgrán en 1835 hasta la fundación del Imperio Alemán en 1871 se caracteriza por su elección como diputado suplente en el Landtag unificado de Prusia en 1848. En un parlamento en el que los liberales tenían mayoría absoluta, Bismarck hizo gala de su gran capacidad de persuasión política al mostrarse como un derechista convencido frente al Parlamento con un discurso que se oponía a todas las falsas revoluciones contra la monarquía.
En 1848 se produjo la Revolución de 1848, una revuelta en la que Bismarck dio gala de su monarquismo y de su gran prusianismo, viéndose horrorizado por la debilidad del cabeza de estado prusiano, al cual su consorte le excusó diciendo que dormía muy poco. Bismarck le replicó que un rey tenía que dormir más.
A partir de entonces, fue nombrado embajador de Prusia en Fráncfort, San Petersburgo y París desde 1851 a 1862. En el primer lugar en el que estuvo, Fráncfort, tuvo que salir ipso facto por las críticas vertidas hacia él y su discurso unitario. En San Petersburgo fue donde se convirtió en un fuerte aliado de Rusia, y viendo el panorama que se fraguaba en la península Crimea, decidió que Prusia no tenía por qué entrar en un conflicto igual y menos enfrentándose al poderoso Imperio Ruso, aliado de los germanos.
Su nombramiento como Presidente del Consejo de Ministros en 1862, por un monarca que era enemigo encarnizado del canciller, no le hacía augurar nada bueno. Pero él aglutinó a la nobleza prusiana para lograr la Unificación Alemana. Primero en una guerra contra los daneses, recuperó el ducado de Schleswig-Holstein. Después con sus dos grandes enemigos, los austríacos (que según el canciller no querían la unión con Alemania) y los franceses (los grandes rivales de Alemania), se enfrentó en encarnizadas guerras donde el imperio creció, y Francia se quedó aislada. Aprovechó la elección de nuevo monarca en España tras el destronamiento de Isabel II para llevar a buen puerto su proyecto de reunificación.
Bismarck estuvo en contra casi siempre de la extensión de un gran imperio colonial y por eso el nuevo káiser Guillermo II (nieto de Guillermo I, pues su padre falleció de un cáncer de garganta) se opuso a él y lo destituyó, acabando con su gran carrera política.
Célebre es su gran odio a franceses, y algo poco antes visto en un dirigente alemán, una especie de relación amor-odio con España, siendo célebre su conflicto por las Islas Carolinas en Oceanía, acabando al final en manos de los alemanes en 1899 después del pacto germano-español con Bismarck ya fallecido.