BATALLA EN EL ATLÁNTICO ENTRE CASTELLANOS Y PORTUGUESES. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Portugueses y castellanos se enfrentaron a lo largo de la Baja Edad Media en la Península. Su rivalidad pasó al Atlántico, cuando la exploración de sus archipiélagos y del golfo de Guinea abrió amplias perspectivas de ganancia y prestigio.
Alfonso V, el Africano, contrajo matrimonio en 1475 con su sobrina Juana, la hija de Enrique IV de Castilla considerada ilegítima, y entró en guerra con los partidarios de Isabel, casada con Fernando de Aragón. En la batalla de Toro se impusieron sus enemigos y pronto desde una Castilla que cada vez más reconocía la autoridad de Isabel y Fernando se organizaron flotas para desplazar a los portugueses en el Atlántico.
En Sanlúcar de Barrameda, desde inicios de 1478, se fueron formando dos flotas, una de veinticinco naves que se dirigiría hacia Canarias y otra de once hacia la Mina de Oro. Al frente de la primera se puso a Juan Rejón y a Juan Bermúdez, y de la segunda a Joanot Boscà.
Enterado de los preparativos, el príncipe Juan de Portugal organizó una fuerza superior, de la que Fernando de Aragón tuvo noticia. Envió aviso a las armadas, que habían partido juntas.
Los castellanos llegaron a Canarias y la flota enviada a la Mina partió a su destino. Solo trescientos desembarcaron en Gran Canaria, pues no pocas naves buscaron esclavos y orchilla en las islas cercanas. Al conocerse el mensaje de don Fernando, parte de la armada se hizo a la mar.
Los portugueses se habían dirigido primero a las Canarias para no carecer de víveres y atacaron el puerto grancanario de Sardinia, con la ayuda de los guanches. Un temporal impidió su desembarco, pero pudieron apresar más tarde naves castellanas en aguas canarias. Los castellanos mantuvieron la posición de Sardinia con claras limitaciones.
Mientras tanto, la flota dirigida a la Mina había perdido un tiempo precioso por comerciar. Los deseos de ganancia del comisario real Berenguer Granel se impusieron a las instancias de prudencia de Boscà. Con una tripulación debilitada por las enfermedades tropicales, los castellanos se enfrentaron en el estrecho de Tres Puntas a los portugueses, donde fueron vencidos.
El comandante portugués Jorge Correa exhibió a sus prisioneros ante un potentado local, haciéndole ver lo inútil de comerciar con los que no fueran súbditos de su rey. Curiosamente, liberó a los prisioneros vascos, dándoles dos naves en precario estado con víveres para retornar.
El botín había sido importante y Alfonso V dispuso de fondos para volver a la carga en Castilla, mientras el descontento contra Isabel y Fernando prendía. El 4 de septiembre de 1479 se firmó el tratado de Alcáçovas. Guinea sería para Portugal, pero Canarias para Castilla. Isabel lograría ser reconocida por su oponente reina de Castilla en las tercerías de Moura. Tal fue el desenlace final de una batalla que había probado los bríos de los dos gallos ibéricos.
Fuentes.
Miguel Ángel Ladero, La España de los Reyes Católicos, Madrid, 1999.
Luis Suárez, Los Reyes Católicos: la expansión de la fe, Madrid, 1990.