ARISTÓTELES, SERVIDOR DE ALEJANDRO EL GRANDE.
En el siglo III, Diógenes Laercio elaboró una interesante obra en la que recogía las biografías y pensamientos de los filósofos más destacados del mundo greco-romano, Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. La actuación pública del gran Aristóteles no le pasó desapercibida:
“De allí pasó a Macedonia a estar con Filipo, y recibió de él por discípulo a su hijo Alejandro; pidió a éste restaurase su patria destruida por el mismo Filipo, y conseguido esto, le puso leyes. También puso leyes a la Escuela, a imitación de Xenócrates, sobre que se crease nuevo director cada diez días.
“Luego que le pareció estaba suficientemente instruido Alejandro, regresó a Atenas, componiendo antes con él a su pariente Calistenes Olintio, al cual, como hablase al rey con demasiada libertad y no le obedeciese, le reprendió diciendo:
“Morirás presto, mozo que así hablas.
“Y así sucedió, pues habiendo sido partícipe de las asechanzas de Hermolao contra Alejandro, fue puesto y llevado públicamente en una jaula de hierro, en donde se llenó de corrupción y hediondez, y finalmente fue arrojado a un león, con que acabó su vida.”
Diógenes Laercio, Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. Edición de José Ortiz, Madrid, 1887, Tomo I, pp. 274-275.
Selección de Víctor Manuel Galán Tendero.