ARGENTINA, A LA SOMBRA DEL CORRALITO. Por Antonio Parra García.
La fabulosa Argentina del alba del siglo XX se ha convertido pasados cien años en un triste reverso, el de la nación anunciadora de los males de la sociedad demoliberal presente. La amenaza del corralito proyecta su siniestra sombra entre los argentinos del 2014.
La crisis de diciembre de 2001 vino precedida por la carencia de ética en la gestión pública de los seguidores del presidente Carlos Menem, que glorificó el éxito de los arribistas a cualquier precio. El endeudamiento público creció alarmantemente, y se prometió embridar el déficit de las provincias (pozo sin fondo de la corrupción) y reformar con tino el sistema de pensiones. Unos problemas muy comunes a los mortales de no escasos países de la Unión Europea.
Entre 1998 y 1999 el principal socio comercial de Argentina en el Mercosur, Brasil, depreció su real, perjudicando a sus exportaciones. A la par que la coyuntura económica mostraba su cara más desagradable, la vida política se degradaba en una inquietante inestabilidad. Recetas, soluciones y buenas intenciones se estrellaron sin remedio.
Los capitales comenzaron a abandonar en un grado muy preocupante la Argentina donde años antes grandes negocios parecían al alcance de la mano, y en diciembre de 2001 estalló con toda su furia la tempestad. El ministro Cavallo impuso la restricción en la retirada de efectivo y en los movimientos de capitales, el popularmente conocido como corralito o el bloqueo del dinero.
El 13 de diciembre comenzó un paro nacional en protesta de tal medida, pero al día siguiente se saquearon los primeros supermercados en Mendoza y Rosario. La convulsión social en toda su magnitud alcanzó el Gran Buenos Aires, donde los pequeños comercios de barrio también fueron objeto de los saqueos de las multitudes. El 20 de diciembre el presidente Fernando de la Rúa declaró el estado de sitio, contestado en la calle por las caceroladas.
Con grandes dificultades se remontó esta crisis social, que arrojó a muchos argentinos fuera de su patria. Argentina tuvo el mérito de preservar las instituciones democráticas sin caer en tentaciones militaristas. Hoy el populismo kirchnerista vuelve a encararse con el fantasma del corralito cuando se resiste a declarar abiertamente la suspensión de pagos. Está visto que el problema de la deuda externa no es algo pretérito, ni para los argentinos ni para sus familiares del otro lado del Atlántico.