APOLO Y DAPHNE. Por Eva García Valero, María Elisa Pérez Sirvent y Marina Navarro Olmo.
En la versión más conocida de este mito Apolo, buen cazador, quiso matar a la serpiente Pitón que se escondía en el Parnaso. Tras herirla con sus flechas la siguió en su huída hacia el templo de Delfos, donde acabó con ella tras dispararle varias flechas.
Delfos era un lugar sagrado donde estaban los oráculos de la Madre Tierra. Los dioses que acudían allí se sintieron ofendidos por el asesinato, clamando castigar a Apolo, que pidió para él Delfos. Se quedó con su oráculo y fundó unos juegos a celebrar en un gran anfiteatro emplazado en la colina contigua al templo.
Orgulloso Apolo por su victoria se atrevió a burlarse del dios Eros, el hijo de Afrodita y Hermes también llamado Cupido, por llevar arco y flechas siendo tan niño:
"¿Qué haces, joven afeminado, con esas armas? Sólo mis hombros son dignos de llevarlas. Acabo de matar a la serpente Pitón, cuyo enorme cuerpo cubría muchas yugadas de tierra. Confórmate que tus flechas hieran a gente enamoradiza y no quieras competir conmigo."
Enfadado, Eros se vengó disparándole una flecha, que le hizo enamorarse perdidamente de la ninfa Daphne, hija de la Tierra y del río Ladón o Peneo, mientras a ella le disparó otra que le produjo el efecto contrario, el de odiar el amor de Apolo. Él la persiguió y cuando iba a alcanzarla Daphne pidió ayuda a su padre, que la transformó en laurel.
Su metamorfosis ha sido bellamente descrita por Ovidio: "Apenas había concluido la súplica, cuando todos los miembros se le entorpecen: sus entrañas se cubren de una tierna corteza, los cabellos se convierten en hojas, los brazos en ramas, los pies, que eran antes tan ligeros, se transforman en retorcidas raíces, ocupa finalmente el rostro la altura y sólo queda en ella la belleza."
Este nuevo árbol fue el objeto del amor de Apolo, y poniendo su diestra en el tronco se percató que todavía palpitaba su corazón. Abrazó sus ramas y besó la que tiempo atrás fuera Daphne, diciéndole:
"Pues veo que ya no puedes ser mi esposa, al menos serás un árbol consagrado a mi deidad. Mis cabello, mi lira y aljaba se adornarán de laureles. Tú ceñirás las sienes de los alegres capitanes cuando el alborozo publique su triunfo y suban al capitolio con los despojos que hayan ganado a sus enemigos. Serás fidelísima guardia de las puertas de los emperadores, cubriendo con tus ramas la encina que está en medio, y así como mis cabellos se conservan en su estado juvenil, tus hojas permanecerán siempre verdes."
Esta leyenda acredita que más tarde retirarse pronto y ser bello recuerdo que insistir y convertirse en una auténtica molestia, pues si Apolo hubiera dejado a Daphne tranquila, cuando se dio cuenta que no lo amaba, no habría tenido que hacer algo que ella no quería, en este caso convertirse en laurel.