AL MAESTRO FONTANA.
Esta última semana de agosto de 2018 ha fallecido un historiador de raza, Josep Fontana. Fue un hombre comprometido con su quehacer hasta la polémica, pues nadie le puede negar la franqueza con la que expresaba sus opiniones.
La primera vez que leí una de sus obras fue gracias a mi padre, gran lector y hombre inquieto hasta la médula. Se trataba de Historia. Análisis del pasado y proyecto social. Por aquellos años ochenta, le llamó mucho la atención a mi padre su colofón, en el que se indicaban los problemas del mundo coetáneo y cómo la historia no acertaba a explicarlos a las jóvenes generaciones, pues la verdadera Historia Contemporánea no comenzaba con la Revolución francesa. Muchos se encontraban perdidos a la hora de conocer los verdaderos orígenes del paro.
Muchos años después me encontré con otro testimonio de gratitud hacia Josep Fontana. Mi buen amigo Enrique Díez terminaba de publicar un libro sobre la Tierra de Soria en el siglo XVI, y en Barcelona se encontró su ayuda para una gestión. Es más, Fontana había leído la obra y le demostró que estaba muy al día de las novedades editoriales.
Detrás de un escritor hay un gran lector, diríamos al modo cervantino. Tanto en sus obras como en sus sustanciosas introducciones a las de otros autores, Fontana lo acreditó con creces, en un tiempo en el que internet residía en los terrenos de la ciencia ficción y disponer de libros publicados en Londres era un acontecimiento. Sus ideas, que nunca ocultó, no le impidieron apreciar las aportaciones de otros.
De su extensa obra se podría decir mucho y bueno, pero por simplificar destacaría tres elementos.
Aunque siempre tuvo la realidad española y catalana muy presente, siempre intentó contemplar otros horizontes. La experiencia de otros pueblos podía ser la nuestra y la lección de un historiador alemán la de un español. Su adhesión al catalanismo puede gustar o no, pero en su obra el localismo apareció poco.
Explicó como pocos la caída del Antiguo Régimen en España, con la Transición todavía viva o muy reciente. El colapso de las finanzas de la Monarquía absoluta se conjugaba con las peripecias del reinado de Fernando VII, con gran sencillez y rigor. Su lectura no dejó indiferentes a muchos, pues su pretensión era hacer de la historia maestra de la vida de las personas en línea con las mejores aportaciones de las ciencias sociales.
Además, leerlo no era entregarse al tedio, sino un verdadero entretenimiento, con su estilo claro y descarado, en el que proliferaban jugosas anécdotas de reyes, cortesanos, ministros, generales, sacerdotes y gentes del pueblo, contadas a veces de manera satírica, a veces con dolor.
A Fontana se le puede recordar como un marxista y un catalanista, aunque sus planteamientos y actitudes ante nuestro siglo XIX nos recuerdan a veces la de los republicanos federales de La Flaca, el popular periódico que se dolía de los males de España. Su espíritu crítico nunca nos dejará indiferentes y muchas de sus obras siempre serán para algunos de nosotros, los amantes de la Historia, un luminoso referente. La persona deja este mundo esta última semana de agosto, pero su legado nos acompañara por mucho tiempo más.
Víctor Manuel Galán Tendero.