ACUERDOS COMERCIALES ENTRE ESPAÑOLES Y DANESES. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

25.09.2015 06:54

                El mar Báltico ha sido junto al Mediterráneo un área de intenso comercio durante los siglos XVI al XVIII al menos. Ambos mares se vincularon a través de comerciantes de diferentes naciones europeas, atentos a cambiar la madera y el grano bálticos por la sal y otros productos mediterráneos.

                El comercio del Báltico estuvo durante mucho tiempo bajo el dominio de la Liga Hanseática, la confederación mercantil de ciudades del Sacro Imperio Romano Germánico que fue capaz de imponer su hegemonía durante la Baja Edad Media. Los reyes y los señores bálticos se plegaron a sus designios con frecuencia. Sus divisiones internas, sin embargo, y la competencia de otros poderes terminaron por debilitar su posición al comienzo de la Edad Moderna, una oportunidad que supo aprovechar Dinamarca.

                

                Los reyes daneses, tras la separación de Suecia en 1523, conservaron el dominio sobre Noruega y el estrecho del Sund, vital para el paso de naves y mercancías, por los que cobraron sustanciosos peajes que enriquecieron su tesoro durante mucho tiempo. Carlos V cuidó sus relaciones con ellos como emperador.

                El declive final de la Liga Hanseática y el apogeo de Dinamarca coincidió con el principio de la guerra de los Treinta Años, antes que los suecos emprendieron con mayor decisión sus campañas de expansión en el Báltico y en el Sacro Imperio. Entre 1626 y 1627 los daneses sufrieron una serie de derrotas ante las fuerzas imperiales, aliadas de los españoles en Europa, que intentaron fortalecer la posición de su causa en el Báltico con una serie de acuerdos y de proyectos dirigidos contra el comercio de las Provincias Unidas en la región.

                En 1630 las coronas española y danesa suscribieron un primer acuerdo comercial, que sería seguido por el tratado de 1641. Los españoles concedieron la libertad de comerciar a los daneses en sus dominios europeos, excepto que se tratara de holandeses afincados en Dinamarca. También se les otorgó la libertad de practicar el luteranismo en la católica España. Al rey de España se le aseguraba el derecho de preferencia durante seis días de las mercancías acarreadas por los daneses a la península Ibérica. Si los daneses exportaran productos comprados en España hacia las Provincias Unidas, serían penalizados con una tarifa del 30% sobre el valor de las mercancías.

                En Dinamarca, especialmente en Copenhague, la influencia holandesa era muy importante. Los hombres de negocios de las Provincias Unidas animaron la vida comercial danesa y prestaron importantes cantidades de dinero a la corona. Sus naves de guerra resultaron de particular valor a la hora de evitar que los suecos avasallaran a los daneses en el Sund. Dentro de ciertos límites, España procuró dividir a daneses y holandeses.

                

                El reconocimiento de las Provincias Unidas por España en 1648 vino acompañado de acuerdos de paz y de comercio, junto al deseo que los holandeses atacaran a los rebeldes portugueses, en teoría súbditos de Felipe IV. En este nuevo escenario la alianza comercial con Dinamarca ya no tuvo el mismo valor, aunque se preservó en líneas generales.

                En 1671 el rey de Dinamarca Cristian V apoyó la constitución de la Compañía Danesa de las Indias Occidentales, adoptando un modelo de organización comercial muy del gusto del mercantilismo, en el que los poderes públicos autorizaban en su beneficio la actividad de grandes compañías en régimen de monopolio. Los daneses se mostraron especialmente emprendedores en la costa africana y en las Antillas con la vista puesta en el lucrativo comercio triangular de mercancías europeas, esclavos y azúcar. Dentro de sus proyectos se planteó disponer de un puerto de introducción esclavista en las Américas  y sus miradas se dirigieron hacia Buenos Aires, muy pendiente de las maniobras de los portugueses de Sao Paulo. En 1699 se temió que los daneses lanzaran un ataque contra Buenos Aires por deseo de su monarca. De tal eventualidad se avisó al virrey del Perú, en aquel entonces la máxima autoridad después del rey de España en el territorio del Río de la Plata.

                Precisamente en 1699 murió Cristian V y su hijo Federico IV terminó enfrascado en las evoluciones de la gran guerra el Norte, en la que Suecia terminaría por caer ante la naciente potencia de la Rusia de Pedro el Grande.

                Tras la guerra de Sucesión, España perdió territorios y compromisos europeos, especialmente en el mar del Norte. Los vínculos comerciales entre mediterráneos y bálticos se mantuvieron dentro de una atmósfera más apacible.

                En 1742 España propuso un tratado de comercio a Dinamarca y en 1747 las factorías danesas en la costa india de Coromandel pudieron enviar naves de comercio a las Filipinas. Las buenas relaciones entre españoles y daneses se hicieron evidentes en el convenio de canje de esclavos y desertores en América de 1767. La cooperación entre ambas naciones fue más allá del espacio europeo.