¿QUÉ APORTÓ EL IMPERIO ESPAÑOL? Por Víctor Manuel Galán Tendero.
La contribución de un imperio a la Historia es una cuestión en constante revisión, pues cada época valora un aspecto que otra no lo hacía. Es frecuente ver envueltas tales valoraciones en juicios morales, que pueden derivar en maniqueísmos elementales. La Leyenda Negra española es todo un tema, al que hoy en día se le vuelve a prestar atención, y en las redes sociales es frecuente encontrar a partidarios y detractores enconados.
Los críticos del imperio español lo juzgan una criatura destructora de pueblos en las Américas y que pretendió imponer el fanatismo católico en Europa Occidental. Según algunos historiadores alemanes de la escuela de Ranke, su derrota fue el triunfo del progreso. Por el contrario, sus admiradores resaltan cómo extendieron la cultura católica en una buena parte del mundo.
Ha sido, además, habitual que la valoración del imperio español se haya mezclado con la de España misma, su metrópoli, con derivaciones de todo tipo. Las polémicas han sido frecuentes, y no datan de ahora. Ya en 1786 Juan Pablo Forner publicó Oración apologética por la España y su mérito literario. Exornación al discurso del abate Denina en la Academia de Ciencias de Berlín sobre ¿Qué se debe a España?, en la que reivindicaba la contribución de los sabios antiguos y medievales hispanos.
Quizá lo mejor para entender la contribución del imperio español a la Historia sea tener presente el momento en el que se formó y expansionó, el del final del mundo de las llamadas regiones separadas. Es cierto que China y el imperio romano ya habían tenido contactos a través de caminos como la ruta de la seda, que no se interrumpió durante la Edad Media, pero entre los siglos XV y XVI portugueses y españoles alcanzaron puntos no conocidos hasta entonces por los europeos, como la misma América como tal.
Asentados allí, los españoles alcanzaron Filipinas y entablaron a través de Manila un notable comercio con la China de los Ming. Las monedas de plata novohispana viajaron a través del Pacífico, el Mar del Sur de Vasco Núñez de Balboa, y los tejidos de seda y otros productos del mundo chino llegaron a Europa Occidental, como otras producciones americanas hasta entonces ignoradas por sus gentes, que se convertirían en fumadoras de tabaco o degustadoras de cacao, patatas, maíz o tomates. También se movieron las personas, por motivos muy distintos, desde los colonizadores que probaron fortuna en las nuevas tierras a los esclavos africanos forzados a trabajar en territorios donde su población autóctona había sido diezmada. Por supuesto, las enfermedades les acompañaron.
Las conquistas y asentamientos de los españoles fueron el pistoletazo de salida de otras empresas imperiales, especialmente cuando Portugal se unió a la Monarquía hispana en 1580. Así se ha sostenido para los inquietos holandeses. Desde Francisco I, los franceses probaron suerte en el Atlántico, llegando a interceptar algunos de los tesoros que desde México mandó a España Hernán Cortés, cuya empresa fue tomada en consideración por los ingleses de los siglos XVII y XVIII. Con el tiempo, probarían sus golpes de fortuna en la India. Por los caminos del imperio y de la competencia entre poderes rivales nació la primera globalización de la Historia, con importantes dramas humanos y notables contactos entre culturas, floreciendo con vigor el mestizaje.
En aquel momento complejo de la Historia, se entabló un intenso debate sobre la condición humana, en el que brilló con luz propia fray Bartolomé de las Casas. Se discutió con apasionamiento acerca de los derechos humanos, tan poco respetados en la práctica por mucho que se empeñaran las Leyes de Indias en corregir algunos problemas sangrantes. También se debatió con interés sobre los motivos de la riqueza de los reinos, cuando los metales preciosos no parecían servir para asegurar la prosperidad real española. La contribución de la llamada escuela de Salamanca es remarcable al respecto.
En este descubrimiento de los mecanismos sociales también se comenzó a desvelar la complejidad del mundo mismo y de sus gentes, alumbrándose la historia natural y la antropología de la mano de autores como Gonzalo Fernández de Oviedo, sin olvidar las aportaciones españolas a la astronomía, cosmología, cartografía y navegación, así como el aliento humano de sus relaciones de sucesos, en las que con orgullo se comparaban con griegos y romanos.
Parte de este tesoro intelectual fue conocido en el resto de Europa, pero otra fue celosamente reservado por las autoridades españolas, deseosas de guardar valiosos secretos. El imperio español sería más conocido por su Inquisición que por todo ello, cuando las guerras de religión atizaban las rivalidades entre los pueblos de Europa. Hoy en día, con una España dentro de la Unión Europea en un mundo globalizado, podemos contemplar al imperio español como uno de los pioneros de nuestro tiempo actual de noticias, ideas, productos, gentes y gérmenes que viajan a lo largo y ancho de todo el planeta.