¿POR QUÉ SE LANZÓ LA BOMBA ATÓMICA? Por Víctor Manuel Galán Tendero.
El 6 de agosto de 1945 el infierno nuclear asoló Hiroshima y Nagasaki tres días después. La Humanidad había sufrido el horror de la bomba atómica, alzando toda clase de lamentaciones.
Las explosiones habían sido un completo éxito, coronando los esfuerzos del primigenio Comité consultivo del uranio creado en 1940. A los Estados Unidos habían llegado sabios como Einstein, Fermi y Szilard, que junto con otros muchos escaparon de una Europa que parecía a punto de caer en manos de los totalitarismos fascistas.
Se temía que el III Reich se hiciera con tan contundente arma, alterando profundamente el equilibrio de la guerra de manera rotunda. El proyecto Manhattan, iniciado en 1942, sería la respuesta a la posible investigación nuclear nacional-socialista. Al final Hitler se decantó por el desarrollo de otras armas secretas como las bombas volantes que se encuentran en la base de la tecnología balística contemporánea.
En la primavera de 1945 Alemania capituló y las autoridades estadounidenses pensaron en emplear el arma atómica contra el Imperio del Sol Naciente. La decisión, ciertamente terrible, ha desatado un animado debate.
La postura más oficial ha defendido la pertinencia de su utilización ante Japón, cuya conquista habría ocasionado numerosas bajas en vistas de los duros combates librados en abril de 1945 en Iwo Jima. Los japoneses eran un pueblo aguerrido que había cometido numerosas atrocidades en Asia y en el Pacífico, negándose su gobierno a aceptar el ultimátum del 26 de julio de 1945. Recientemente el historiador André Kaspi ha abogado por estas posiciones.
Por el contrario otros la han juzgado como un gesto de la Guerra Fría en ciernes. En 1948 el británico Blakett ya lo insinuó y en 1965 Alperovitz lo enunció sin embudos. Se trataba de intimidar a la Unión Soviética a través del Japón, haciéndole ver lo peligroso que era llevarle la contraria a Washington. Los soviéticos habían avanzado en Corea demasiado y amenazaban con controlar territorios del Norte de Japón, planteándose un problema tan espinoso como el alemán, que terminaría concretándose en la península coreana.
Hemos de decir que el potencial número de bajas ocasionado por la campaña de Japón ha oscilado al alza sospechosamente a lo largo de los años y que Stalin no se mostró muy sorprendido con la noticia de la explosión. Posiblemente la verdad se encuentre a la mitad de camino, entre la demostración de la fuerza militar de una gran nación industrial y el anhelo de terminar una guerra horripilante. En todo caso en agosto de 1945 la Humanidad cruzó un umbral enormemente peligroso.