¿FUERON TAN DISTINTAS LA INGLATERRA DE ISABEL I Y LA ESPAÑA DE FELIPE II?
España e Inglaterra, Felipe II e Isabel I, han sido objeto de comparación en muchas ocasiones. Algunos han contrapuesto la arcaizante España con la Inglaterra modernizadora, cuyo juicio de Dios sería la derrota de la Gran Armada (la Invencible de los ingleses) en 1588. Hoy en día vemos las cosas con otra óptica, menos apasionada, y la historiografía insiste en que se libraron muchas batallas entre 1588 y 1604, cuando se hicieron las paces entre ambas monarquías. España no logró abatir a Inglaterra, pero ésta salió más agotada del conflicto de lo que a menudo se ha sostenido. Tanto una como la otra se las vieron con los temibles requerimientos de Marte.
Isabel I de Inglaterra fue una reina afortunada, mucho más allá de la victoria sobre la Gran Armada. Se resistió durante años a declarar la guerra abierta a España, pero al final rompió hostilidades de forma contundente. La soberana cortejada que gobernaba un reino en paz se convirtió en la Reina Virgen de uno en guerra. Sus gastos fueron enormes, pues las transformaciones militares encarecieron los conflictos en unos días de fuerte inflación. La herencia dejada por Enrique VIII fue consumida e Isabel legó a su sucesor importantes deudas. A la guerra contra España se añadió el temible frente de Irlanda. Felipe II, paralelamente, recibió de su padre grandes dominios y enormes deudas y a su hijo también legó tan abultada deuda como enorme imperio. La inflación también se sumó a la lista de enemigos de sus sufridos súbditos.
Para allegar fondos, los gobiernos de Isabel I hubieran tenido que imponer nuevos tributos y tocar delicados equilibrios políticos. Fue algo que dejó que dilucidaran sus sucesores en el trono inglés. La guerra contra España se alimentó con métodos tradicionales, no nuevos, y acciones particulares: la vieja milicia se movilizó a la par que los Mercaderes Aventureros fletaban naves para la lucha en los mares. Los corsarios tuvieron su claro protagonismo. Sintomáticamente, Felipe II recurrió cada vez más a la iniciativa de sus principales súbditos, grandes contratistas militares, para nutrir sus ejércitos, que tuvieron que ser pagados con un nuevo servicio, el de los millones, que recayó en las sufridas gentes de Castilla con no poca discusión al tratar de abarcar el mayor número de contribuyentes.
En la política de alianzas seguida, se miró el ahorro de recursos por Isabel I. Al menos pudo intentarlo. Las tropas inglesas destacadas en los Países Bajos, comandadas por el conde de Leicester, se financiaron con el subsidio mismo dado a los holandeses. Enrique IV de Francia pagó a los ingleses que lucharon a su favor en el frente de Normandía. Con todo, la guerra fue muy cara, como bien supo el Felipe II que había incorporado Portugal y sus dominios a su Monarquía, combatida por muchos.
Se ha planteado si por todo ello Inglaterra quedó al margen de la llamada revolución militar, la de los disciplinados ejércitos de infantería y elaborados sistemas defensivos urbanos para enfrentarse al potencial artillero. Como reino se ha considerado que permaneció entonces rezagada de otros como España, aunque contó con personalidades como el citado Leicester que estuvieron bien al tanto de las novedades. Los cambios se produjeron al final e Inglaterra tuvo que pagar como otros el peaje. Su revolución política del siglo XVII es indisociable de estas cuestiones. España, que entró de lleno en aquella transformación militar, padeció el descontento soterrado de los castellanos, en forma de peticiones en Cortes y memoriales, y más tarde de otros súbditos de la Monarquía. La guerra no dejó de imponer sus tiranías a unos y a otros.
Bibliografía.
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Víctor Manuel Galán Tendero.