¡HASTA SIEMPRE, MAESTRO ECO!
Las palabras son divinas. Bien lo sabía el maestro Valle-Inclán, ducho en rastrear la condición humana a través del esperpento, pues toda persona inteligente diferencia lo superficial de lo fundamental. A veces lo accesorio se nos impone de tal modo que es necesario que alguien nos abra los ojos, que nos rescate de aquella caverna umbría evocada hace tanto y tan poco por Platón. Los que nos abren las puertas del conocimiento por desgracia no son muchos y cuando nos dicen adiós todos nos sentimos huérfanos. Hoy sentimos la pérdida de Umberto Eco, aquel simpático italiano de aspecto bonachón que nos descubrió algunos horrores contenidos en las palabras.
Como buen maestro, aquel entendido de la semiótica nunca se encastilló en su especialidad, oteando desde lo más elevado de su alcázar a todos los que con dificultad arañan la tierra en busca de sustento. Digno del San Martín de la hagiografía, compartió su capa con el pobre en el invierno de muchas gentes ayunas de verdadera cultura.
El caballero tuvo su escudero en el cine, cuando la policíaca El nombre de la rosa le hizo ser conocido por muchos. La seducción detectivesca de la gran pantalla nos condujo a un mundo fascinante e inesperado.
Bajo los asertos de la filosofía medieval, que se antojaba tediosa, y las imágenes del arte románico se descubría una sociedad apasionada, con sus excesos y sus virtudes, tan humana como la nuestra. Umberto Eco llevó a la narrativa, antes del gran estallido de la novela histórica, la historia de las mentalidades que se insubordinaba contra el intento de ser reducida a mera superestructura. La finura de su análisis tiene el buen oficio de un antropólogo, ansioso de enseñarnos la humanidad de los demás.
Tras los bestiales atentados del 11-S se reaccionó de muchas maneras, pero don Umberto lo hizo con su habitual tino y bajo las terribles manifestaciones externas trató de encontrar motivaciones personales y una explicación.
Este notable ilustrado siempre nos acompañará a todos aquellos que lo seguimos y nos hizo aprender. Ahora entablará un diálogo con Guillermo de Ockham.
Víctor Manuel Galán Tendero.